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P
oco es lo que ustedes conocen de mí y en consecuencia de vosotros mismos. Puede resultarles llamativo mi discurso, quizás hasta delirante e inusual, jamás lo puse en duda. Podría haber seguido transitando por sus vidas como lo he hecho hasta el día de hoy, de mil formas distintas sin darme a conocer. Sin embargo he decidido cambiar de método, o quizás explicarles el porque de mi existencia. Entiendo su conmoción, pero a pesar de las múltiples representaciones que he adoptado, muchos han decidido ignorarme. Puedan mis palabras y mi grandeza lograr su comprensión. Pueda su introspección hallarme en el rincón más recóndito de su ser.
Por vergüenza me duele hacerles saber mi verdad, sin embargo debo convenir que muchos de ustedes me han condenado como a un cuerpo enajenado de vosotros mismos, confundiendo así la significación de mi existencia.
Desde mi nacimiento y al comienzo de sus vidas me he puesto en sus caminos y en gran parte he sido partícipe de sus decisiones, no así de sus errores. Mi recompensa no ha de ser el mero agradecimiento, más deseo que puedan reconocer mi labor-
Sólo la mirada de aquel que repara su daño, o el deleite del que reconstruye su camino o del que me interroga en las decisiones han otorgado un incentivo a mi trabajo. Sin embargo tristeza es la que me causa aquel que me condena y me responsabiliza por sus locura y vaivenes psíquicos, insinuando un abandono de mi cometido.
Siento la necesidad de remontarme a una historia que por largos cinco años quise arrumbar. Pueden no compartir este impulso que me induce a contarles sobre la privacidad de mi actuar en un hombre particular, no busco entrar en debate.
Sentados en un banco de la plaza en una calurosa mañana nos hallábamos los dos, ocupando el lugar que puede ocupar un individuo en uno de esos asientos tan pintorescos. Dada la honradez de aquel personaje podría decir que el mío era un trabajo en donde mi labor en su mayoría era ociosa. Transitaba mi vida sin incidentes, en el sosiego más relajante que jamás había experimentado. A pesar de que conviví con él durante toda su existencia, nunca, hasta aquel día, tuve la necesidad de actuar. No creo necesario contarles los detalles, no deseo alarmarlos. Sin embargo hay algo que necesito aclararles. Cuando digo actuar no me refiero tan sólo a mantenerme expectante, hablo de dar un preciso zarpazo que asesine y extermine cualquier alma diabólica. Y eso fue lo que hice. No me condenen por esto, quizás no comprendí su debilidad.
Por mi presencia se sintió perseguido por el mundo y atrincherado en su propio espacio. Durante varios minutos yo mismo me atemoricé de las consecuencias de mi accionar en su mente. En medio de un ataque de pánico arrojó el diario que poseía entre sus manos lanzando puñetazos al aire. Emprendió la huida, como aquel que se enfrenta con su propio espejo y se descubre en ajeno. Sus pasos se apresuraron vertiginosamente. Sumergido en una profunda locura tan sólo atinó a refugiarse en un ómnibus que pasaba por allí. Durante todo el recorrido únicamente observó a los pasajeros como si éstos intercambiaran carcajadas estruendosas e interminables ante él. Del mismo modo escapó de esto, imagino que tenía la idea de refugiarse en algún sitio, quizás en su casa. Debo confesar que, si bien su reacción ante mí fue sorprendente, descolocado quedé cuando vi que su fragilidad llegaba al extremo de salir ahuyentado tan sólo por unos niños de barriada. Jamás vislumbró la importancia de mi secreta y superior misión

Continuó así. Castigándose y viviendo para mortificarse sólo por un acto del que no puedo hablar. Y nunca comprendió, no tuvo valor para ver más allá. Invadí sus sueños en donde me hice presente, adopté mil formas. En los comienzos el karma fue pequeño, como una mosca que se posa en una mano un día primaveral, y creció. Luego fui un ave de rapiña acechando a su presa una noche cerrada, sólo se asustó.
Aceptaría pensar que el método no fue el más adecuado. Pero, ¿Cómo podía conducir a un hombre descarriado si no era de ese modo?. Bien sé que no debo justificarme. Mezcla de estupor y pavura es lo que siento cuando recuerdo su mirada esquizofrénica al huir de mi. Creía que todos notaban su pecado y se volteaba para observar al sentirse observado, más yo solo lo sabía. Sé que lo que hice fue entrometerme, vislumbren mi interés, sólo cumplí con mi deber.
Los golpes se hicieron frecuentes y esa fue nuestra forma de convivir transformándose en una masoquista necesidad, aunque para serles franco, en más de un oportunidad intentó, sin éxito, amordazarme. Jamás pude revertir su camino, allí se trunco. Lo que nunca alcancé a comprender fue como logró refrenar su rabia y no matarnos de un fugaz disparo. Esa fue la experiencia más desdeñable y la misión menos fructífera por la que he pasado. Tal vez tristemente comprendan que yo solo puedo ser un espejo de sus propias acciones en donde se reflejan sus actitudes. Ustedes deben encargarse de lo demás.
Es tiempo de que vean más allá de lo escuetamente visible. Concebiré su extrañeza cuando quieran retornar a este instante y lo hallen vacío. Los prevengo sabiendo que desearán explicar y rememorar cada palabra sin saber que ha sido fruto de su inexorable búsqueda. Sólo en ustedes estará la verdad de mi existencia. Mi voz persistirá y guiará su andar. Me mantendré latente ante su justicia y renaceré frente a su debilidad, quebrada y torcida por demás.

Texto agregado el 12-11-2003, y leído por 208 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-11-2011 = ruller
21-03-2008 muy buen texto. poetasolo
 
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