Abrió los ojos a la noche, escuchando sus nuevos sonidos, contemplando ese fulgor que antes no estaba allí. Se levanto del pasto y toco su pecho. Estaba frío como el rocío de madrugada. A lo lejos escucho unas pisadas lentas y discretas. Seguro eran ellos que venían a recibirla. Se quedo contemplando la luna y las estrellas, esperándolos. Ahora la luna era algo tan sensual. El viento acariciaba su rostro y se dio cuenta que sentía la sed.

Ellos fueron apareciendo entre los árboles vestidos con largas túnicas rojas. Todos llevaban el pelo largo y las manos detrás de la espalda. Además de las túnicas, llevaban largas capas rojas con un símbolo extraño bordado en amarillo. Se fueron acercando lentamente. Siempre con los ojos fijos en ella. Sus ojos eran negros y profundos, extraños a simple vista, como desprovistos de alma. Ella los miraba uno a uno sonriendo levemente. Los deseaba a todos.

El grupo se detuvo a unos pasos de ella salvo por uno, que siguió hasta detenerse justo a sus espaldas. Con una mano quito los cabellos que caían sobre su hombro izquierdo para acercar su rostro.

- Se que tienes sed -. Le susurro al oído.

Ella cerró sus ojos como si la voz del hombre la acariciara.

Sentía una atracción extraña hacia el, como si fuera un animal en celo.

- Si -. Dijo ella suavemente mientras volteaba su rostro para encontrarse con el de él.

Él dio un paso hacia atrás y la tomo por la cintura, acercándola a su cuerpo bruscamente. Sus rostros quedaron muy cerca el uno del otro. Ella lo miraba a los ojos todavía sonriendo, deseándolo más que nunca.

- ¿Quienes son? -. Pregunto ella.
- Tú sabes quienes somos -. Le respondio el hombre.
- ¿Que quieren conmigo?
- Lo que queríamos ya lo tomamos. En cambio tú, quieres sangre.

Al escucharlo ella cerró los ojos y lo beso. Era tan exquisita esa palabra. Sus lenguas bailaban lentamente, mojándose y acariciándose como reconociéndose en la oscuridad de otra boca. Él tomo el rostro de la mujer con sus manos suavemente y lo aparto del suyo. Ella seguía con los ojos cerrados y sonriendo.

- Primero debes saciar tu sed -. Dijo el hombre mirándola, sintiendo el olor tan exquisito que emanaba de ese cuerpo pálido y hermoso contrastado por sus largos cabellos rojos.

Uno de los hombres del grupo descubrió a una niña detrás de su capa. Tenía la cara sucia y los ojos vendados con un pedazo de tela curtida.

- Ve, es para ti -. Dijo el hombre acariciándole el rostro.

Ella se acerco a la pequeña y le quito la venda de sus ojos. La niña la miraba asustada con sus enormes ojos azules. Ella le sonrió. Dos pequeñas lágrimas salieron de los ojos de la niña limpiándole el rostro en su recorrido. Ella sentía su miedo y eso la excitaba enormemente y al mismo tiempo le provocaba mas sed.

- No tengas miedo, todo terminará pronto -. Dijo la mujer casi en susurros.

La niña cerró los ojos y apretó los labios mientras un frío enorme le invadía el cuerpo.