Sentado en la oscura habitación. Tú duermes en una cama deshecha. Hacía cuanto que no tenía sexo? Y ahora, con la noche de cómplice, volviste a ser mía, como tantas otras veces.
Supuestamente los hombres son insensibles y luego del sexo se entregan al sueño, dejando a su mujer con la peor soledad de todas, pero tú duermes, y soy yo el despierto.
En un par de horas saldrá el sol. Luego iré por el desayuno supongo, espero que aún duermas para cuando vuelva. También espero que café y tostadas basten. En realidad no quiero ir por el desayuno, es sólo una excusa. Me quiero
ir, dejar todo esto botado e irme lo más lejos que pueda. Esto ya se ha vuelto insostenible. No es que no me guste, sería cínico de mi parte el decir eso, pero ya me está volviendo loco.
No me gustó la cafetería. Los pasteles no se ven muy frescos que digamos, pero el café no está tan mal, y ahora que me doy cuenta, se equivocaron al darme el cambio... Bueno, algo de bueno tenía la tienda.
De vuelta en la habitación. Aún duerme. Lo que quería. Hay un aroma extraño, creo que es un aroma a culpa, a ganas de arrancar. Sentado en el borde de la cama, con un pastel algo añejo y un café ya tibio, me invade la culpa. Estás destapada, puedo ver tus piernas, tus pechos, tu cara y mi culpa. Quisiera despertarte y poseerte nuevamente, hasta el cansancio, hasta llorar, hasta que la culpa se vaya.
Creo que mejor me bebo el café y vuelvo a mi casa donde mi esposa me espera de vuelta del seminario. |