Rocé con las manos un mueble frío y duro. La oscuridad me abrumaba y mis miembros temblaban a cada paso q daba en aquella lúgubre inmensidad. En un impulso estúpido e incompresinble cerré los ojos. De nada me servía pues, seguía sin ver nada. De pronto, y tras chocarme bruscamente con algún otro objeto sentí calor, un agobiante bochorno invadió mi cuerpo cruelmente. Yo sentí la desesperación en su estado más puro. No sabía por qué estaba allí. No podía contemplar nada y ahora ese terrible calor se introducía en mi piel sintiendo un inmenso dolor.
Al fondo, por fin, pude vislumbrar una difuminada luz que no sabía si creer verdadera. Tras obligarme a tener fe en mis sentidos corrí desesperada hacia la luz y aunque sentía el calor cada vez más cercano, no pude parar.
Por el camino recordé, el barranco, caída libre.