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Hubo una vez un cirujano que arreglaba a la gente con hojalata, puesto que esta era mas resistente, brillaba mas y se limpiaba facilmente. Así fue poniéndole un brazo a aquel, una pierna al otro, o incluso toda una cabeza de brillante metal, pulida a la perfección para eliminar cualquier imperfección. El cirujano estaba muy orgulloso de sus obras, que habían ayudado a tanta gente herida tras algún tipo de accidente. Incluso pasado un tiempo, cuando la gente dejó de mirar los brazos de hojalata con curiosidad y cuando vieron como realmente eran mejores que los de carne y hueso, mucha gente sana comenzó a cambiar sus brazos y piernas por otros de metal, bien por su utilidad o por la moda imperante.

Sin embargo eso no bastaba. A pesar de todo el cirujano sentía que sus obras estaban incompletas, así que comenzó a estudiar como realizar el que seria su gran proyecto, aquel que pasara a la posteridad como su mayor obra, un hombre de metal. Durante años estudio como cambiar cada músculo, hueso, nervio y vena, por sus homólogos de metal. Aunque en principio parecía una tarea sin mucha dificultad, pronto aparecieron los problemas. Mientras que un brazo de hojalata funcionaba bien insertado en un cuerpo de carne y hueso, cuando se unía a otro metálico dejaba de funcionar bien, o tal vez lo que dejaba de funcionar bien era el pedazo de carne unido a sus miembros de hojalata. Así paso muchos años tratando de encontrarle solución al problema, probando una vez tras otra diversas técnicas y cosechando fracaso tras fracaso.

Finalmente hallo la solución: debía mantener el corazón original sin sustituir. Aunque eso le impedía cumplir su sueño de un hombre totalmente metálico, el cirujano se sentía viejo y cansado, y dio la solución por valida temiendo que si seguía buscando moriría antes de haber encontrado nada. Así comenzó a planificar como llevaría a cabo la operación. Busco un paciente voluntario, alguien sano para evitar que ocurriera alguna desgracia en la primera intervención que empañara su éxito. Luego convoco a los medios de comunicación y a sus compañeros de oficio, y finalmente busco aquellos mejore preparados para que le ayudaran.

Y así llego el día. El paciente se tumbó en una camilla, rodeado por el extenso equipo medico, las cámaras de televisión y varias decenas de doctores que deseaban asistir a aquel hecho histórico, esperando poder repetirlo ellos mismos algún día. El instrumental se movía con rapidez y habilidad en las manos del cirujano, cortando aquí, suturando allá, atornillando por otro lado, hasta que todos los miembros fueron sustituidos por brillantes chapas de metal. Finalmente su bisturí se deslizo sobre el pecho del paciente, dejando al descubierto el interior de su caja torácica, y todos se quedaron mirando. El cirujano puso cara de sorpresa, las cámaras de televisión filmaron avidamente la escena y revuelo de susurros se propago entre todos los asistentes. Y es que lo que todos contemplaban era un corazón de hojalata marcado por antiguas intervenciones hechas con cuchillos menos amables. Solo entonces comprendieron que el paciente estaba muerto desde hacía mucho tiempo.

Texto agregado el 04-01-2006, y leído por 4506 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
04-01-2006 Tu texto tiene un fondo de películas; muy bueno. Me gustó esa comedia del cirujano, que intentaba sanar al hombre de hojalata, un ser que sufre por su rigidez frente a todo tránsito temporal. Bien armada y de estructura prolija. Cuida "pulida a la perfección para eliminar cualquier imperfección", así como faltan/sobran artículos y algunos adjetivos; preocúpate de la ortografía. Un gusto. el_rey
04-01-2006 Excelente. Muy original. Felicitaciones. zepol_recargado
 
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