Se tantas cosas sobre tí que me da lástima tener que presentarme y tener que decirte mi nombre por primera vez. Mis sentimientos empezaron de la nada, pero empezaron, describiendo un sin fin de anécdotas contigo que no eran mas que vanas ilusiones de mi historia vacía. Desde el primer día que te vi paseando con tu perro llendo por el periódico, pasando por mi lado, pasando por al lado de todo el mundo arroyando sus miradas al igual que la mía, fue entonces cuando comencé a imaginarme cada instante junto a tí. Al principio, y siempre, me dio verguenza asaltarte en tu camino matutino para decirte mi nombre insignficante, no por el nombre, si no por el hombre que le compone vagabundeando por el mundo y mendigando por un trozo de alquitrán ardiendo. Muchos días tus pasos se paraban frente a mi sombrero de paja y depositabas humildemente unos céntimos como quien le quita una garrapata a un perro, en este caso dándosela. Siempre ignoraste que llevabas mas de un perro a cuestas, más de una cuerda, a pesar de ser la segunda invisible. Sin embargo para mi eso no tenía importancia, el simple hecho de poder verte ya era, desde luego, un deseo cumplido por cualquier genio de cualquier lámpara.
La agradable y efímera sensación de mi quimera iba desapareciendo por el estancamiento y las ganas de expansión que tenía mi ser al corroborar que había mas horizonte que el horizonte que veía, y al pensar en la posibilidad de haber más amor del que en aquel momento habia recíproco. Este es el motivo de la carta, el afán de superación y de petición absurda de que me quieras. Puede que sea una persona unadina para tí y te nieges a rebajarte al nivel de un vagabundo para amar, que creas que no tengo nada que ofrecerte o que retribuir a tu amor y tengas miedo de seguir mis pasos poco embaucadores.
Tantas mañanas despidiéndome de tí, tantas tardes recordando...te quiero, aunque solo puedo regalarte lo que todo el mundo tiene pero no se dignan a regalar, lo que se considera vulgármente como absolutamente nada. Es el camino que yo escogí, y el que espero que tú escojas. Pido por favor que la próxima vez que pases por delante del sombrero de paja te detengas y pronuncies detalladamente la palabra: Fugémonos.



Atémtamente: Un vagabundo desconocido.