Sus ojos tristones y su cabellera ensortijada y amarilla. Él se sienta en la pequeña mesa del pre-escolar mientras espera pacientemente a que su mamá llegue a buscarlo. Ya es un niño grande, tiene 4 años y va a la escuela, no debe andar llorando por ahí como cualquier bebé. Quiero distraerlo de su pesar, y entonces le ofrezco un pequeño tesoro de esos que casi ningún niño es capaz de rechazar.

.-Samuel, ¿quieres hacer un dibujo?

Coloco frente a él la caja de creyones y una hoja en blanco. Él la toma tímidamente y comienza a trazar. Rayas de colores van llenando la página, mientras su imaginación va recreando el mundo.

.-Maestra, mira…
.-Que bonito!.- comento.- ¿Qué dibujo es ese?
.- Una Culebra!

Yo observo la raya larga y colorida.

.- ¡Ese es el cuerpo de una culebra maravillosa!, ahora le vamos a colocar la cabeza, los ojos y la boca, ¿Te parece?

Tomo un lápiz y trazo en su culebra los detalles. Samuel la mira fijamente, lo piensa, se saca un zapato y asesta un solo golpe que mancha la página de barro.

.-Ya la maté, maestra, ¡es que nos quería picar!.