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Miraba al teléfono había llamado un primo me preguntaba se iría a la fiesta anual de la familia- viejo el abuelo esta muy enfermo tienes que venir- sabia que no iba ir no sé por que me lo decía - no se voy a tratar; si, quizás estaré allá, cuídate, un abrazo, nos vemos- jugueteaba con el cable del fono miraba por la ventana los raudos autos pasar con furia y resolución. Aparecía de pronto en medio de todos una mujer crepuscular libre, in domeñable, lenta; pasmada con la realidad; la admiración que mostraba, parecía un sueño; el contraste de su risa con los objetos; el viento, la amaba, su mirada sosegada, tan hermosa; como ese atardecer, el ocaso de una alma, su peregrinación, su descanso eterno, por que caminaba tan tranquila. Los autos le brindaban pleitesía, ella, caminaba impávida. Estaba encantado; su libertad, me inquietaba; su mirada, me enamoraba. Hubiera seguido su belleza por la eternidad, lo hubiera hecho. Seso en su andar, un auto se detuvo, ella lo abordo, tan feliz, tan alegre. En la noche descubrí que sin su mirada, su libertad, su alegría no podría vivir, había sido un instante, la había visto un instante; pero ya la amaba, la necesitaba decidí dejar todo no vi ni pensé nada. Fui a la carretera; levante la tierra que ella había pisado; la lance al viento, ella me condujo al norte y sin pensarlo, solo en ella, camine y camine como lo hubiera hecho ella. Feliz con la ilusión que tenia el encontrar su cariño; paraba cada cierto tiempo; levantaba la tierra; la lanzaba al viento y ella me conducía, sabia que el viento me llevaría donde ella estuviera. De vez en cuando paraba y la debilidad me dominaba quería volver, en esos instantes, el viento rozaba mi cara y sentía que ella me acariciaba y alentaba sentía que su mejilla tocaba mi rostro. Solo, en el desierto, cansado; pensaba en verla; de vez en cuando en en el camino encontraba lápices los tomaba y los guardaba. en alguna ciudad veía algún autobús que salía -va hacia al norte- decía y enseguida lo abordaba y
Seguía mi camino. Por las noches imaginaba su rostro; la retrataba, dibujaba el camino por donde debía seguir, el día de mañana; mis boletos se llenaban los metía al bolsillo con mas animo por, siquiera, haberla imaginado, pero era suficiente, y seguía con la felicidad de un pronto encuentro. Un día luego de mucho tiempo desde mi partida; encontré, encima de una roca, unos zapatos pequeños y muy finos; emocionado, por fin nuestro encuentro estaba próximo; por fin la vería; Eran suyos lo sabia se le habían gastado o quizás era un consuelo, no lo quería saber, los tome y los puse contra mi pecho y mientras hacia esto, ellos, desaparecían entre mis dedos. Una idea fatal me embarga la tristeza y el miedo me controlaron corrí, corrí con el viento pensando lo peor triste por lo que podría suceder.

En una mañana cansado de seguir; con el sueño de verla; mi emoción había desaparecido, ya; ni siquiera recordaba su mirada; solo un sentimiento, un dolor en el alma; levantaba mi cuerpo desgastado muy débil para seguir; camina al horizonte era mi ultimo esfuerzo y vi su imagen junto al sol en ese mismo atardecer el mismo donde la había visto por primera vez y desfallecí caí en la arena aun enamorado, en esa mañana que se hizo tarde por ella.
Un auto me había encontrado tirado al costado de una autopista. El hombre sé vía joven, me había dicho -tranquilo hombre ya llega a la ciudad no te preocupes- desilusionado veía el mar pensaba en mi casa, mi perro, el jardín de rosas estarían ya todas muertas; pensaba en el regreso. La ciudad nos recibía, era el pueblo de mi abuelo, no mi quise hacer preguntas di las gracias al hombre y volví a caminar en dirección a su casa, mis primos, mis tías; hace mucho que no los veía. Parecía un mendigo, con la barba crecida y sin zapatos, aun tenia los lápices y el retrato que hice en los boletos, las rutas que tome, pero ya no guardaba ánimos.
Llegue al viejo rancho, los pastizales que lo adornaban, los dos grandes Moyes y el caminito hacia la puerta; corrí emocionado llame a la puerta, salió Javier, mi primo, mi amigo querido - hola compare como estas te vez horrendo sabes – si, primo, ya te contare la vida se me hace difícil sin ti ya no salgo mucho desde, que te fuiste; Eres un bravo con las chicas a mi no me hacen mucho caso que digamos; pero sabes seguí tus consejos el día de mi cumpleaños tome mucho cuanto yo quise- eso primo me alegra que mis enseñanzas hayan valido- en el otro extremo; en un mesa muy larga, comían toda la familia, miraban hacia mi con una sonrisa; todos felices, todos contentos; era un día común, era un atardecer, su felicidad era en demasía irreal. El ocaso daba la bienvenida a la noche la penumbra caía sobre todo cuanto hubiera de sur a norte, como una ola mortecina. En el fondo, desde el ultimo cuarto del viejo rancho, se acercaba alguien, una silueta hermosa, libre, lenta; pregunte a mi Javier ¿ quien es? ¿ Quién es? El dijo, en un susurro, ella vino aquí diciendo que te buscaba, la alegría, la pasión y el desenfreno de mi alma afloraba a cada paso de ella sus cabellos, su miraba; estaba exhausto cansado, pero creía que podía seguir caminando por la eternidad. Resplandecía con la luna. Mi viaje había culminado la encontré, me decía, ella con una sonrisa tierna se acercaba, mientras los lápices, el retrato, se diluía con la penumbra. Una parte del cielo desaparecía lentamente. Ella estaba junto a mi la detuve entre mis brazos; sentí el alivio de su amor. Todo se iba diluyendo con la penumbra lentamente. Roce sus labios, un instante, la amaba, mas que nunca, mientras se iba diluyendo entre mis brazos yo sin poder hacer nada por evitarlo. Roce sus labios y sin pensarlo dije- yo te seguiré por la eternidad-, mientras ella desaparecía.

Texto agregado el 03-01-2006, y leído por 296 visitantes. (2 votos)


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