**Corre, muerde el silencio,
Y abraza con su rostro frío
La muerte que llora en la cripta.
Libera espantos, abre sus manos
Y acaricia con terrores
Su cuerpo encantado.
La observa, enajenado:
Su piel es perfecta,
Suave y perfumada,
Delicada y dulce como una amapola.
Sus labios son como manzanas,
Devorables hasta el cansancio,
Y sus mejillas irrigadas
Adornan como un sueño
Sus ojos inmóviles,
Pasmados de terror.
Recorre con sus uñas grises
Ese cuerpo plateado
Con excitación animal,
Con la locura de su cruel demencia.
Deja en ella huellas ensangrentadas,
Llagas dolorosas mezcladas con el sudor.
Ella grita, ella llora,
Y él la envuelve en su cuerpo
Caliente y demacrado,
Cubierto de pelos y duras escamas,
Áspero, repulsivo,
Salido de su propio infierno.
Con violentos espasmos
Ingresa en ella con una lanza
Henchida de fuego y ardor.
Ella grita y él sonríe
Y murmullos fantasmales
Se esparcen en el ambiente
Y caen a pedazos sobre los dos.
La noche se vuelve angustia,
Los árboles se agitan,
La tierra se vuelve cómplice
Del espectáculo que se mueve sobre sus piedras.
Demonios de ultratumba emergen del suelo infinito
Extasiados y en nubes de fuego.
Ella ya no grita, ella ya no llora,
Sus quejidos fueron acallados,
Y el ultrajador se retuerce ensimismado
Sobre el lago de sangre y dolor
Que tiñe purpúreo el suelo.
Los demonios giran
En torno al cuerpo destrozado,
Que aún convulsiona, en espasmos,
Quebrantado.
A pedazos le arrancan el alma
Que en gotitas se hunde en la tierra,
Hacia terrores inimaginados,
Camino a seguir sufriendo
En el condenado infierno.