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El caballo que más me costo domar fue mi querido Cum (que en lengua mapudungun significa color oscuro), con su lomo negro azabache apenas manchado de café en su crin, siempre altivo y prepotente, me costo varias costillas domarlo totalmente. Pertenecíamos a una banda de asalta-ganado, un grupo de cuatro hombres y cuatro caballos, un grupo enlazado no con sangre, pero si con sentimiento.

Éramos los mejores cuatreros de la zona, bandidos de noche y amanecida, jinetes fuera de la ley, pecaminosos ante el ojo crítico del pueblo, criminales buscados y rebuscados, y maldecidos hasta por la boca del sacerdote de la Iglesia en la plaza mayor.
Nunca buscamos ni oro ni fama. Nos gustaba la adrenalina, el sabor del viento en nuestros labios al trote ágil en nuestros caballos, disfrutábamos de amanecer con nuestra Pachamama (La Madre Tierra), sagrada para cualquiera que desciende de la naturaleza y convive armoniosamente con ella.

En nuestras travesías nos desplazábamos durante una semana con el ganado, entre ríos y cerros espesos, disfrutábamos de unas cuantas cazuelas y cuando dábamos por terminado el viaje, dejábamos al resto del ganado a la entrada de cualquier fundo, para que otros se hicieran cargo.
Toda mi vida había sido así, desde niño siguiendo a mi padre rudo y fornido, amenazante ante los ojos de cualquier mortal, apegado a sus raíces y fiel a la tradición de su raza. Crecí respetando ante todo a la familia y a su legado. Cuando mi padre murió quedé solo, sin luz ni sombra que se interpusiera entre el mundo y yo, para mí era todo demasiado grande, demasiado oscuro... Hasta que por casualidad de la vida me tropecé con un trío de vándalos que les hacía falta un integrante. Joven, libre y con sed de aventura, me uní a ellos... eran mi nueva familia.

Desde ese entonces nos comenzamos a fortalecer, hasta terminar convertidos en una fraternidad prohibida, reyes de sus tronos y monturas, una hermandad latente de hombres y caballos. Cuando la luna salía la cabalgadura desaparecía, para convertirse en piel y unir al caballo y al hombre, dando vida a majestuosos Centauros que sometían a la noche a su tornado de júbilo.

Mi libre y nómade destino, se vio cortado cuando en una de esas tantas noches, la cabalgadura volvió a su sitio y rompió la piel entre Cum y yo. No recuerdo mucho qué sucedió, pero entre los gritos de mis “hermanos” supe que habíamos caído por un peñasco y las vértebras de mi columna fueron las que pagaron el grave error. Mis “hermanos” me llevaron al pueblo y me dejaron en el hospital, nadie nos conocía en persona, éramos una Leyenda viviente, simplemente dijeron que yo era un forastero y que me habían encontrado ya malherido, me despedí de ellos y desaparecieron en presencia física de mi vida, mas nunca de mi corazón.

Meses después me encuentro en una sala pequeña, la cual comparto con otros lisiados permanentes del hospital, una de las enfermeras me enseño a leer y a escribir y descubrí que no sólo en el alba y la humedad hostil del viento de mi tierra está la libertad, sino también en las letras, que nos transportan a lugares indescifrables y crean realidades profundas, que convierten a los libros en hondos mares los cuales desean ser descubiertos.

En un inicio odie mi nueva vida, pero la misma enfermera que me enseñó a ver las cosas de otra forma, fue la que me domo. Sé cuanto sufrió entonces mi querido Cum cuando le quite su libertad para someterlo a nuevas costumbres, pero ahora eso no importa porque él debe estar galopando libre por las nubes grisáceas que le ofrecen las machis (intermediarias entre el mundo y el cielo) y cuando llegue la hora en que mis dioses decidan que también debo partir, nos reuniremos y volveremos a ser el Centauro que siempre fuimos... Y correremos eternamente entre bosques, cielos y libros...

Texto agregado el 03-01-2006, y leído por 850 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
23-01-2006 Muy bueno. ***** sorgalim
22-01-2006 buenisimo..lo que mas me gusto es q hallas puesto elementos mapuches... BLOkEaO
06-01-2006 Tu cuento es maravilloso, me encantó. Tu prosa fluida se lee con facilidad, y la historia está llena de humanidad y de amor a la naturaleza. (Espero que ese centauro ande todavía por ahí volando entre las nubes). Mis 5 estrellas para tí. Un abrazo. Loreto. loretopaz
06-01-2006 creo q ya te lo dije... tenés una pluma que me da una esperanza muy sana con respecto a cómo escribís. Y las historias, muy personales (o no, no importa) pero dejan un sabor especial en los labios. ther_panther
06-01-2006 Está muy bien narrado, el vocabulario es preciso y ayuda a darle aún más magia a la historia. Transportas. =) the_fille_sur_le_pont
04-01-2006 que hermosa narracion y el afecto por el caballo saludos blindman
04-01-2006 emeleth, veo que en tu lenguaje y en tu corazón está el amor a la tierra y la naturaleza. Este relato tiene el espírtu de las narraciones indígenas que los mapuches cuentan en las noches por tradición oral de generación en generación. Tu texto une el mundo legendario, (bandidos, dioses, centauros, magia) corporal, con el mundo "real" (hospitales, enfermeras, sufrimiento). Un logro y un regocijo para el espíritu. *x5 poenauta
03-01-2006 Siempre unidos. Muy bueno. bender3001
03-01-2006 la mente y el corazón cabalgando juntos, muy bien vonluthor
 
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