Ha llegado, dejando atrás tierras lejanas. He la allí, sentada en la sala de estar, aún con el abrigo puesto. Sus delicadas manos buscan calor alrededor de una tasita de té. Las miradas tímidas divagan en toda la habitación; la mía, ha caído sobre mi cuadernillo de poemas que, por descuido, ha quedado en la mesita junto a su tasita de té.
Ella advierte mis ojos sobre el cuadernillo y extiende el brazo para tomarlo y musita un ¿Puedo? que más que expresar pregunta expresa excusa.
Mi fin es inminente, mi alma volcada en esas paginas, en palabras que ahora conocerán su origen y destinatario secreto.
Prefiero huir, me levanto y me dirijo hacia la cocina, doy vueltas alrededor de la mesa central.
¿Qué pensara?, ¿Qué dirá?, Conocerá al fin mi obsesión por ella, todos mis poemas dedicados a ella, todos hablan de ella. ¿Reprochará acaso mis ansias de amarla?.
Aún estoy a tiempo, regresaré y le quitaré de las manos mi cuadernillo; abro la puerta de la cocina y me dirijo hacia ella; mis pasos firmes y decididos se frenan repentinamente, la escena frente a mi me detiene. Ella lee el cuadernillo y, al escuchar mis pasos, levanta el rostro; delicadas hileras de lagrimas recorren su rostro. ¿Qué es lo que le ocurre?, no puede ser real lo que mis ojos ven. He quedado inmóvil. Ella cierra el cuadernillo y lo devuelve sobre la mesita, se pone de pie, y sin decir nada, se marcha.
Mi mente ha quedado en blanco, no entiendo lo que ocurre, ni si quiera pude detenerla o preguntarle algo.
Continúo mis pasos hacia el sillón y me dejo caer mirando fijamente a la pared que en ese momento era el infinito.
Resignado a nunca conocer el significado de la escena, tomo el cuadernillo y lo abro, sus lagrimas mojaron las paginas, las letras se han desvanecido, se han convertido en ininteligibles manchones negros. Las paginas significan más para mí.