A punto de la partida, estoy seguro de lograr lo posible, no lo imposible. Entre millones llegaré a la meta. Cuando aparecí en la densa química tomé, sin mediar instante, mi acrosoma, brújula imprescindible y la coloqué en mi cabeza. Sumergido entre mis pares, con los ojos bien abiertos voy adivinando el futuro. No quiero apresurarme, pecar de soberbio; sin embargo los que me rodean están cómodos con sus rostros haciendo contorsiones para impresionar a sus contrincantes. En cambio mi ejercicio es afilar mi pico, estirar mis finas glándulas para el momento del asalto final. El objetivo lo tengo. He alongado, sin que nadie lo note, arrastrándome por la pared, ahora voy avanzando con lentitud entre la turba enloquecida. Escucho en la lejanía a los pobres infelices, esos colegas (seres inferiores) saludando a su dios con la frase inventada desde la creación: ¡Los que van a morir te saludan! Por supuesto, también yo, pero no en vano.
Mientras preparo las energías vitales trato de recordar:
Tuve el privilegio de conocer el historial de mis ancestros, llegaron en base a pura química pero fueron generosos, transmitiendo las estrategias de sus éxitos. Imbatibles por generaciones, realismo al fin y al cabo. Pienso cuando será el momento en que el humano descubra nuestra perfección dentro de estas inútiles mazas sin individualidades. En fin que no perciba nuestra lectura eterna. No obstante la indiscutible excelencia en nuestra hidalga tradición, en los últimos trescientos años tuvimos dos o tres aciertos que por poco eliminan a los indeseables del mundo. La última fue al final del siglo XIX cuando se filtró en el momento preciso del asalto “el monstruo”mi ancestro con el acrosoma vital. Fue el genio de todos los siglos pero le faltó el impulso final. Ahora hemos transformado en infalible nuestra organicidad y dentro de escasísimos momentos una nueva perfección habremos producido.
El volcán humano como siempre se ha lanzado, aferrado a las paredes, entre un oleaje incontrolable, estoy saliendo por el extremo derecho donde la turbulencia es casi nula, ya estoy libre, ingreso al ser gestante, el calor es insoportable, resisto, mis glándulas liquidaron a millones, han quedado pocos semejantes, los veo, ninguno puede contra mí, ahora somos dos nada más, nos miramos, lo hago trastabillar con mi glándula, se confunde, lo atropello, muere, estoy en la pared sagrada, perforo, acabo de entrar en el anillo de luz, se está marcando a fuego el destino completo del nuevo ser superior, “EL NUEVO MONSTRUO” es majestuosa la obra que desarrollará, ya no puedo más, se borra mi conciencia, la placidez es infinita.
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