Regálame los velos
que te cubren de llegar a mis ojos,
regálame la lagrima
que no llego a tocar el suelo que pisas,
regálame la soledad
que choca cada noche contra tus dientes,
regálame la piedad
que se escondes debajo de tu brazo derecho,
regálame el silencio
que abrazas en las madrugadas,
regálame el trueno
que sacude todas tus esquinas,
regálame lo remoto
que aun vomitas en las tardes de enero.
Yo te regalare
mis infinitas alucinaciones,
yo te regalare
mi sucia adicción a lo perdido,
yo te regalare
mi jardín lleno de lobos hambrientos,
yo te regalare
la muerte en mi bandeja favorita,
yo te regalare
las caprichosas y sucias despedidas,
agazapadas en cada escalón,
en cada centímetro de piel
recién nacida.
Regalémonos
una agonía constante,
esa que el alma aspira,
cuando el amor se sienta
en la sonriente mano
de las horas prohibidas...