Me encuentro camino al cementerio
Donde la oscuridad me pertenece absolutamente,
donde descanso del dolor que muchas veces causo,
y puedo encontrarme, para tranquilizarme
y reunir las energías suficientes para seguir sobreviviendo.

Una vez más te encuentro llorando
la tormenta pasó y tu llanto es la lluvia
que relaja el asfalto ardiente del verano.
Como un enemigo incondicional
me detengo a disfrutar la escena por un rato,
pero no logro olvidar lo humano que sos
o quizá, el humano que llevo en mí.
Me acerco dos pasos, y tiemblo, dudo,
me alejo, vuelvo a dudar, y pienso.
que tiempo tan escaso de grandeza
que hasta nos cuesta ser humanos.
Dejo de lado las diferencias,
y comienzo a recorrer el aura que te rodea,
anillo por anillo, verdad por verdad,
esencia por esencia.
ya rendido en tu vulnerabilidad
me descubrís sentado a tu lado,
acercando la mano para intentar consolarte.
tus ojos cristalizados por las lágrimas me llegaron hasta el alma,
me llegaron tus temores,
tus odios, y tu impotencia, como todo.
Siempre fui el silencio de tus descargas
por eso será que soy así, tan oscuro
soy tu odio, soy tu angustia, soy tu pena más triste.
y aun así no me atrevo a condenarte.
Porque comprendí mi destino,
porque para tu existencia fue necesaria la mía.
para el orden fue necesario el caos,
para el bien, fue necesario el mal.

Mientras el suelo reconoce tu rostro de tanto que lo has mirado
tratando de esconderte de las penas que tanto te angustian
trato de entender una vez más la impotencia de tu pesar.
Como no comprender.. si con solo mirar lo que hacen nos dejan pequeños.
Ellos son nuestros sueños, el reflejo de lo que no pudimos ser.
a veces, solo a veces, me acurruco en mi lecho a contemplar los viejos tiempos
Donde instruíamos a los hombres, donde construiamos sus destinos....
Recuerdo mi exilio, nunca me volviste a mirar con los mismos ojos.
No me diste la oportunidad de arrepentirme...
Nunca comprendiste, a pesar de haberme creado padre,
que el ser tu preferido, fue más pesado que llevar mi cruz por toda la eternidad,
que en el intento de igualarte, como todo hijo,
terminé enjuiciado por intentar robarte lo que te pertenece.


Deberíamos sentarnos a platicar de vez en cuando, contarte mis miedos, que primero fueron tuyos, y que me cuentes tus sueños, o como te va en el retiro, como se siente el exilio.

Te dejo ahora padre, vuelvo a mi oscuridad, vuelvo a mi reino perdido, vuelvo a donde, a pesar de vivir una eternidad, no lo siento como casa, desde mi exilio no lo siento como casa.

Te dejo ahora padre, que al menos has dejado de llorar, te dejo ahora, que al menos me siento un poco más humano. Tu silencio a veces me asusta, pero sé que entiendes lo que digo, sé que me escuchas como a Gabriel.

Te dejo ahora padre, me llevo una vez más miles de dudas conmigo. Me pregunto. Quién es el juez ahora, padre? Quién es el que te dio la espalda?