La última luz del día se esconde detrás del monte. Yo te espero sentado, a la misma hora, en el mismo lugar. En realidad la espera ya no importa, porque el tiempo ya no deja su huella tan peculiar.

Mi vasija está vacía, mi existencia llena de vida. Puedo sentir el cielo, la tierra, las estrellas y el espacio infinito que me recorre y me estremece de verdad.

No hay nadie más, no puede haberlo. Deberías saberlo, siempre es igual.

Tu llegada es espléndida y singular, rodeada de vibraciones, brillo y colores. Tus ojos son la luz de las almas que nos iluminan, tu voz el murmullo que las encamina, tus senos y tu vientre el sentido de todo.

Tu delicado vestido de sol creado de sueños e ilusiones, envuelve tu majestuosa figura celestial. Doce estrellas te coronan y anuncian lo que vendrá. La luna bajo tus pies es una señal.

Ocho simples pasos y estás nuevamente frente a mí. No me debes nada, no te debo nada. Es simplemente ese momento en particular en que todo pasa, todo fluye y vuelve a empezar.

Que espectáculo tan hermoso, de desbordante emoción ... miles de años planeando nuestro encuentro, poco tiempo, si se tiene en cuenta, la ansiedad que provoca la eternidad.

Todo está listo. La materia se contrae y se aproxima a mí.

Que curioso es lo que llaman caos, donde algunos imaginaron al rey del dolor. No existen trompetas, ni jinetes, ni sellos, ni un Apocalipsis total. Es todo mucho más sencillo. Tan puro como el amor, tan etéreo como el aire, tan delicado como el mar.

No es un fin de año más, es el fin de las eras, el fin de los tiempos, el esperado desenlace final.

Tu cuerpo sobre el mío, tu luz que me alcanza, tu murmullo que se calla y la materia que se transforma en energía y vuelve a mí.

Una explosión nos abraza, nos acaricia y nos hace brillar. Nuevamente somos uno, como en cada estallido, donde todo termina y vuelve a comenzar.

La luz cubre la oscuridad, los planetas se vuelven a formar, la vida nace sobre la muerte.

Empiezo a desearte nuevamente, a imaginarte, a deleitarme ... con mis manos limpias te volveré a crear ... con los mismo ojos, la misma sonrisa, la misma esencia y bondad.

Desde este momento comienzo a soñar con nuestro próximo encuentro que tardará millones de años en llegar ... pero será muy bello ... ese instante único en el que todo termina y vuelve a empezar.