En aquel entonces cuando estabamos todavía con el corazón vivo, en nuestra pequeña visita al mundo de la vista, descubrimos que habían cosas opacas y cosas brillantes, entonces desee que no todo fuera negro e imaginarme con forma real un amarillo, un morado e incluso un trasparente, pero no podía, la imaginación no es pesada y contundente, se esparce y aveces no crece, es como ella sola, nos acompaña, pero no nos dejó saber nunca como era un girasol antes de nuestra visita...
Nos encomendamos a un dios, a su vasallo y un monje, y aún así nos perdimos en alguna parte del camino. No sabíamos reconocer aquello que tantas veces habíamos tactado, y preferimos seguir leyendo con los dedos que con los ojos que tantas veces habíamos rogado... Desagradecidos tal vez fuimos al resignarnos y volver a desear con ansias nuestra vida pasada; es que en este mundo había demasiada gente y nosotros gustábamos de estar solos, con nuestras conexiones de espíritu apenas enlazadas con un roce o una manda...
Y nunca llegue a odiar al arcángel que nos vendió una profecía y se iluminó con el llanto ajeno, por lo que nos limitamos a cargar nuestras ballestas con brisas doradas y lanzarlas tan lejos como nos lo permitió el alma...
Lo más importante en mi visita fue que te clasifique como brillante y te encarcelaste en aquel puesto por siempre, iluminándome con mis ojos abiertos vivos y abiertos muertos, mostrándome el camino más claro que nunca y recordándome que a donde íbamos nunca necesitaríamos camino, como dicen aquellos que ven y quieren triunfar, por lo que me hiciste volar tan alto que creí que el viento ya no existía, en donde se me paró el corazón para morir con mis ojos abiertos y más vivos que nunca.
[ Inspirado en las viejas aventuras de un ser amigo que siempre aparece y nos abre los ojos ante la adversidad o la fortuna]
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