Sus manos aferradas al hacha aportan otro golpe al tronco herido. Día tras día, golpe tras golpe, los árboles se derrumban por la obra sudorosa del leñador cansado. Los días se repiten, la rutina se estanca en lo anodino y la vida del leñador cobra notoriedad para algunos grupos y permanece desconocida para la mayoría. Las opiniones difieren y la tarea del leñador sufre el siguiente escrutino escatológico, funcional o utilitario:
Según los ecologistas es un asesino en la medida que deforesta; según el patrón es un dilecto colaborador de la empresa; según el aserradero es mano de obra necesaria para que él tenga actividad; según su mujer es un ángel que trae comida a la mesa y diariamente camisas sucias para lavar; según el gobierno su inestimable esfuerzo reduce la tasa de desempleo; según el sindicato que lo agrupa es un pobre asalariado desprovisto de un sueldo digno; según el vecino del bosque es un fastidioso que le impide dormir la siesta; según el periodismo es un bicho que sólo quiere prensa; según el sacerdote es un feligrés que contribuye al mantenimiento de la iglesia del pueblo; según los meteorólogos es el culpable del calentamiento global; según sus hijos es un fisicoculturista que nunca ha ido al gimnasio; según la amante es el tomador de cerveza de sus fantasías eróticas; según la defensoría del pueblo es un ciudadano aplicado; según la famacéutica es un infatigable consumidor de condones.
Según con quién se tope, el leñador debería:
- Morir pronto, o al menos quedar desocupado.
- Continuar trabajando para aumentar los beneficios empresariales.
- Contribuir al mantenimiento de la cadena de comercialización.
- Trabajar con el torso desnudo.
- Mostrar con su ejemplo la devoción a la riqueza natural del país.
- Organizar una huelga reclamando mejoras salariales.
- Buscarse otro bosque de trabajo.
- Montar su propio periódico depredador.
- Lograr que el sindicato gane en su reclamo salarial para que él aumente el diezmo.
- Reconvertirse en artesano forestador para expiar sus muertes arbóreas.
- Dedicar más tiempo a la familia: trabaja mucho y está siempre fuera de casa.
- Enviudar lo antes posible trayendo un lavarropa.
- Mantener su ficha intacta.
- Que siga teniendo una doble vida.
Con su oficio, la vida del leñador se convierte en una encrucijada: ¿debería evidenciar tristeza cuando cae un árbol o seguir sonriendo cuando reencuentra a su amante?
¡¡¡Que los lectores me ayuden!!!
Texto agregado el 30-12-2005, y leído por 122
visitantes. (1 voto)
Lectores Opinan
10-01-2006
¿Que tal plantar un árbol cada vez que derriba otro? Renegada
30-12-2005
la ambivalencia de la vida!!!!, de eso se trata verdad? munda
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