¿Que se creían sus consejeros? ¿Con que derecho le interpelaban de esa forma, prohibiendole llevar a cabo su experiento más preciado?
Se apretó contra la baranda del balcón, con su juvenil ceño fruncido, y las manos cerradas como garras.
Era cierto lo que le decían, lo sabía el muy bien. El sufrimiento y el dolor ocasionado a esos pobres seres inferiores, obligados a vagar inconcientemente y llenos de terror, hasta que finalmente morían,entre espasmos de espantoso dolor y miedo. Era cierto que los primeros experimentos con esos seres habían resultado algo fallidos, pero muertos estos, los que habían seguido, habían demostrado poseer una extraña chispa de algo más que inteligencia...Capacidad de amarlo a él, quizás.
No, se dijo a sí mismo, no dejaría que sus consejeros le importunaran con horrendos relatos sobre seres devorados, indefensos y solos.
" A fin de cuentas yo soy Dios" se dijo contento "Y la primera regla para este mundo que he creado, será amarme sin importar cuantas veces me equivoque"