Qué harías si te dijera que te quiero o algo así
(si tal verbo existe o
peor aún,
si tal acción corresponde a uno)
y que, por una grandísima desgracia, nada cicatriza con el tiempo como anuncian alegremente los alegres.
Sabemos, con certeza, que podrías tomar pedazos de mis palabras, azotarlos contra el oscurísimo techo de la noche (lo merecen) y ahogarlas como estrellas malparidas (a ese tipo de luz y de estela me tienes acostumbrado).
También podrías esconderlas en la caja del presente (aquella que me confesaste), desvirtuarlas, contextualizarlas, descontextualizarlas y juzgarme como el común de la gente.
Probablemente no entiendes que sin sinónimo ético, te necesito.
No, no te necesito como el cielo a la tierra o la luna al sol, ya entendí que los valores asignados a los héroes no existen, ni tu eres tal ni yo soy tal.
Sencillamente requiero un fragmento, solicito un pedazo y pido atentamente una pequeña fracción de tu vida, digamos entre 30 segundos y 50 años, con ese tiempo estoy seguro que podré convencerte, aburrirte, abismarte, pero sobre todas las cosas, encontrarte.
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