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La señora Du Crox tenía cuarenta y dos años recién cumplidos, y unos módicos ahorros que llegaban a más de cinco millones. Había heredado esa cifra de su difunto marido que falleció de un inesperado ataque cardíaco a los ochenta y un años. La señora Du Crox no toleraba la soledad y se casó con un joven de veintitrés años. Después de unos meses de felicidad matrimonial, el joven estaba harto de su mujer.
Resulta que la señora Du Crox era una mujer desesperaba y deseosa de complacer que pasaba demasiado tiempo preocupada con cuestiones carnales. Su flamante esposo la complacía cuando podía, pero siempre estaba demasiado cansado. El señor Du Crox compartía la afición de su esposa por los hombres jóvenes. Y cuando la señora se convirtió en un problema, no tuvo más remedio que llamar a Wuntz para que se encargara de la situación.
Le dijo todo lo que necesitaba saber y arregló para que su mujer estuviera en el bar de uno de sus hoteles preferidos. Como era un lunes por la madrugada, el lugar estaba vacío y los empleados estaban demasiado descontentos como para recordar a alguien. Wuntz apareció y conversó con la mujer utilizando palabras que el señor Du Crox le había indicado.
- Es como un animal en celo – le había dicho -. Hágala pensar en la posibilidad de tener sexo y no se contiene.
Así fue. La señora Du Crox pidió un cuarto y subió con Wuntz. no bien entraron ella le saltó encima y le sacó la ropa con habilidad profesional. El trabajo era sencillo, y tal vez le hubiese molestado la intimidad si la señora Du Crox no tuviera el cuerpo de una mujer de veinte.
La señora Du Crox se subió sobre él y se contorsionaba de una manear notable. No se detuvo hasta que Wuntz, luego de hacer varios esfuerzos, eyaculó.
- Delicioso, mi amor – dijo la señora Du Crox bajándose de él -.
Wuntz tenía el arma escondida en el baño. El señor Du Crox sabía que su mujer frecuentaba ese cuarto y se encargó que todos los materiales que Wuntz necesitaba estuvieran disponibles. No quería que se esforzara más de lo necesario.
Unos minutos después, la señora Du Crox lo seguía mirando con una expresión de felicidad digna de lástima. Wuntz se levantó y dio unos pasos hacia el baño.
- ¿Me vas a dejar sola? – preguntó ella con un tono lastimero -.
- Voy al baño.
- ¿No te pareció bien?
- Ya te dije, voy al baño.
La señora Du Crox se levantó con agilidad y se paró delante de Wuntz.
- No creo que me quieras dejar sola.
- Creo que quiero ir al baño.
- A mí no me parece – dijo la señora Du Crox, y luego se arrodilló -.
Wuntz, que creía haberlo visto todo en su vida, se sorprendió. Aparentemente, la señora Du Crox era adepta al sexo oral, y se notaba que era su especialidad. El repetitivo movimiento de la boca de la señora Du Crox era incomparable. Wuntz echó la cabeza para atrás mientras ella seguía. Pasaron cinco, diez, quince minutos y la señora Du Crox seguía imperturbable. Wuntz estaba a punto, la señora Du Crox debió notarlo porque lo empujó más adentro de su garganta en el momento en que él culminaba, por así decirlo.
La señora Du Crox alzó los ojos hacia Wuntz y, sin decir nada, comenzó de nuevo. Wuntz iba a objetar, pero no encontró un motivo convincente para hacerlo.
Cuando estaba cada vez más excitado, la señora Du Crox se detuvo. Caminó hasta la cómoda y se inclinó sobre ella.
- Probemos algo nuevo – dijo ella -.
Wuntz la miró sin decir nada.
- ¿Por favor? – preguntó con la misma lamentable voz -
Wuntz hizo lo que pedía. La fricción era cada vez más densa, y cada vez que entraba pensada que la comparación del señor Du Crox era más que adecuada.
La señora Du Crox prácticamente ronroneó cuando Wuntz volvió a eyacular. Un poco agotado, Wuntz volvió a dirigirse al baño. La señora Du Crox iba a protestar pero Wuntz la ignoró.
Se mojó la cara y descansó unos minutos. Después tomó el arma, abrió la puerta y encontró a la señora Du Crox acostaba en la cama con las piernas formando un ángulo que invitaba a la actividad sexual.
Wuntz apuntó con cuidado y, antes de que la expresión de la mujer cambiara, disparó.
Se vistió y salió a encontrarse con el señor Du Crox, quién estaba ansioso por ultimar detalles. Aparentemente su esposa había desaparecido en el mar durante su último viaje en crucero a Europa.

Texto agregado el 30-12-2005, y leído por 116 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
21-04-2009 excelente cuento, papi está orgulloso.5* JuanDay-
 
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