Inicio / Cuenteros Locales / Vera_Rux / LAS EXPECTATIVAS Y EL SEXO
El la rodeó con sus brazos y, a pesar de tener un nefasto presentimiento, intentó cumplir su cometido. Ella ya no esperaba demasiado. La verdad, sentía un impulso que la atraía a él (¿calentura o necesidad de satisfacción? ¿cuál suena mejor?), pero no lo creía posible. La noche había empezado bien y perfilaba hacia un acto prometedor, pero las expectativas y el sexo nunca se llevan bien.
Ella le puso las manos en el pecho e hizo que se pusiera de espaldas. Lo besó sin demasiado entusiasmo y continuó su camino descendente. “Aleluya” resonó en su cabeza mientras ella continuaba eses movimiento repetitivo. Sentía cierta anticipación. Su mejor hombre no iba a resistir semejante honor.
Pero lo hizo.
Ella terminó y el muchacho no pudo elevarse a la ocasión.
El se agarró la cabeza con las manos, repasando todas las malas palabras que había aprendido desde tercer grado. No lo podía creer. Ella era increíble. Tenía una figura esbelta e intoxicante que prometía tantas, pero tantas cosas. Y el muy maldito no daba señales de vida.
Ella lo miró con un poco de lástima y con un poco de ganas. Tanto trabajo para no obtener ninguna recompensa. Que lindo es ser mujer.
Ella se levantó de la cama y empezó a buscar su ropa.
- ¿Ya te vas? – preguntó él -.
- ¿Tengo motivo para quedarme?
El no supo que decir. Ahí estaba, completamente desnuda, mirándolo con un leve desafío en los ojos. Para hablar con delicadeza, la pura lujuria lo incentivó a acercarse a ella y atraerla de nuevo a la cama. Ella lo dejó hacer, tal vez albergando una secreta esperanza.
Parecía haber resuelto su problema. Ella le pasó las manos por la espalda y movió las caderas acompañando sus movimientos, pero era un caso perdido. Cuando no llega, no llega.
Ella suspiró.
- Una pena – dijo solamente -.
Esta vez se levantó y se vistió sin darle oportunidad a nada. El se acostó y la miró con el mismo deseo frustrado que ella compartía.
- ¿Te puedo volver a ver?
Ella ahogó una risita y contestó:
- Yo te llamo.
Cerró la puerta y lo dejó solo. El se pegó la cabeza contra el respaldo. No se podía ser tan pelotudo.
Inesperadamente, su mejor hombre se alzó en toda su gloria.
- La puta madre que me parió – dijo en voz alta -.
Y no le quedó más remedio que meter una mano debajo de la sábana.
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Texto agregado el 30-12-2005, y leído por 100
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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30-12-2005 |
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excelente escena... ya al estoy viendo... escribes muy bien te felicito... lunas |
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