el velador
En tiempos de Duwalia III se cometió una impiedad de tal calibre que el mismo Mursil se habría estremecido. La estatua de Marduk, que es también Aserdus, nuestro dios, fue destruida como muestra de poder frente a los babilonios. Nuestro culto fue perseguido, nuestras familias asesinadas.
Cuenta el Ekatón que el primer velador logró penetrar en la cámara del palacio de Hattusa y rescatar una de las manos, lo único que quedaba ya de la escultura. Anitt, el gran héroe de nuestras escrituras sagradas congregó a los suyos, reunió las naves y navegaron a la Isla. Los autóctonos ante la verdad de nuestro culto se unieron y juntos construyeron un templo para velar la reliquia, el templo más grande, un templo infinito.
Cuenta el Ekatón que Anitt derrotó a las tropas de Duwalia en una gloriosa batalla, y que el rey hittita, humillado y capturado firmó una paz eterna.
Cuenta el Ekatón que al cabo de los siglos todas las cosas recuperarán su estado anterior, y que de nuevo el Ekatón será escrito y enseñará de nuevo la misma doctrina.
Cuenta el Ekatón que tras el ocaso del trigésimo velador de Aserdus, la Rueda habrá completado la vuelta, todo será destruido y todo volverá a nacer.
Yo soy el último velador, el más sabio, mi sucesor tendrá que empezar todo lo que yo ya sé, tendrá que volver a escribir las escrituras. Yo añado las últimas páginas al libro sagrado, las que cuentan la verdad, pero soy el último, nadie sabrá nunca la verdad porque conmigo desaparecerá el Ekatón, Aserdus guarda su mayor verdad celosamente.
Los pueblos del mar arrasan y saquean las costas, los micénicos están siendo destruidos por invasores del norte. Este pueblo culto conoce nuestra existencia, ellos conocen que si los restos de Marduk son llevados de nuevo a Babilonia la Rueda se frenará y su pueblo no será destruido. Pero esto no debe hacerse, la Rueda debe seguir, su pueblo será destruido pero renacerá y volverá a ser grande y culto.
Por eso los primeros veladores construyeron un templo infinito, para que no existiese nadie con una vida tan larga capaz de recorrerlo y arrebatar la mano del dios Uno. Muchos jóvenes valerosos ante la desesperada situación de su pueblo han venido hasta aquí, donde ya casi no queda nadie, han entrado al templo, nadie ha salido nunca.
El último de esos valientes ha perecido hoy. Al igual que ha sucedido con los anteriores pasan días vagando, hasta que se quedan sin provisiones, pierden la cabeza, se vuelven locos, algunos mueren del agotamiento, otros se suicidan, otros se asesinan sin saber que se están matando. Akhantos, el que ha llegado más lejos ha perdido la cabeza como los demás, ha muerto de inanición.
Admiro el espíritu de esos micénicos, ningún mortal puede recorrer el infinito, y aun así no dejan de venir. Pero de algún modo cada vez se acercan más, el anterior velador consideraba que algún día lo conseguirían. Pero yo opino que estar más cerca no significa nada, pues el infinito puede dividirse en infinitas partes, jamás lo lograría nadie por muy cerca que esté.
Mueren en valde, nadie puede detener la Rueda, yo he descubierto la verdad. Anitt no fue ni un héroe ni un adivino. Anitt era funcionario de palacio y amigo de Duwalia, su familia era importante y tenía la propiedad de numerosas tierras del sur. Una noche tuvo una discusión con el hermano del rey, embriagados los dos se ensarzaron en una pelea y Anitt le mató. Éste huyó sin que lo viesen a su pueblo, pero sabía que pronto vendrían por él y que su pueblo no le apoyaría.
Anitt inventó la destrucción de la estatua, engañó a los demás diciéndoles que había rescatado la mano, y que el impío Duwalia quería atraparle inventando falsas injurias contra él. Por extaño que parezca le creyeron, elaboraron un nuevo culto y navegaron hacia la Isla para escapar de la ira de Duwalia. Allí contruyeron el templo, allí derrotaron a la flota del rey.
El templo no tiene centro, ni guarda nada, la estatua de Marduk no existe. La Rueda no puede ser detenida. Los micénicos luchan en valde contra lo inevitable.
Cuenta el Ekatón que todos los pueblos salvo el Egipcio perecerán, que esto lo reveló Marduk/Aserdus a uno de nuestros predecesores, Pimpiro el egipcio, hermano de Hattusil.
Y con estas páginas que yo añado procedo a mi inmolación, el templo será destruido, el Ekatón y yo nos fundiremos en las llamas de la eternidad, cuando la Rueda vaya a completar un nuevo ciclo volveremos, volveré para contar la verdadera historia que nadie sabrá jamás. |