Y cuando llego a casa, sólo quiero salir corriendo y volver, de donde vine, a donde estuve. Pero voy a mi armario, me pongo el pijama, abro la cama y me escondo en ella. Cierro los ojos y me obligo al silencio, a pensar en nada o en negro. No suelo conseguirlo así que cuento ovejas, y vuelvo a contarlas y las recuento, y de tanto contar a veces, muy pocas, me duermo; las otras, simplemente me quedo mirando cómo saltan en el techo.