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Philip abrió los ojos. El brillante césped iluminado por el sol que asomaba sus rayos por las colinas del horizonte era la cama del chico, quien ya se estaba levantando.
No recordaba exactamente en donde estaba ni por qué estaba en ese lugar que parecía el Paraíso, pero lentamente dejó de importarle; sentía algo muy diferente a todo lo que había captado. Sus pies descalzos eran tocados por las puntas de las plantas que conformaban el pasto y su mano derecha palpaba una aromática flor de color azul intenso, casi como el color de los ojos del chico pecoso.
Repentinamente, un bosque estaba allí, justo a unos cuantos metros de Philip, como si hubiera sido concebido por la nada, o tal vez siempre había estado allí, dejándose llevar por la suave brisa de la mañana, acariciando la copa de cada árbol como una madre amorosa lo haría con su hijo.
Un perturbador sonido que provenía del corazón del bosque rompió aquel paisaje perfecto: los árboles salían disparados hacia el rosado cielo como si las nubes los succionaran, de la misma manera que lo haría una aspiradora. Philip no tardó en descubrir lo que lo estaba causando: una estampida de elefantes multicolores se dirigía a toda velocidad hacia donde estaba Philip. El corazón del muchacho parecía haber dejado de latir por un segundo. Su estómago se contrajo impresionantemente y sus rodillas temblaban de manera curiosa. Los elefantes se acercaban cada vez más hacia el niño. Éste trató de hacerse a un lado, pero sus pies estaban paralizados; sentía que un gran camión hubiera derramado cemento sobre sus pies. La estampida cada vez estaba más cerca hasta que...
Philip abrió de nuevo los ojos. Ahora recordaba donde estaba: en la misma alcantarilla sucia en donde siempre dormía, con el mismo olor a putrefacción y exactamente la misma cantidad de ratas a las que Philip siempre veía antes de disponerse a dormir.
Sí, Philip era un chico que vivía en las calles del centro de Londres, pero, al menos podía escapar de su miserable vida por tan sólo unas horas, transportándose a un lugar distinto cada vez. Ese lugar era: su mente. |
Texto agregado el 28-12-2005, y leído por 101
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