En un inicio, Philippe y Danielle no se conocían, sus miradas no se cruzaban... cada uno vivía en su propio Universo infinito. Un pequeño, delicado y verde libro tirado accidentalmente al piso fue el acto que hizo que esos dos Universos se conocieran.

Después de eso, aquellos chicos comenzaron a dirigirse unas cuantas palabras; nada especial. Philippe comenzó a descubrir que lo que sentía por Danielle era real, así que siempre trataba de encontrarse con ella y hablar de algo, por más insignificante que fuera; el aliento que salía por los labios de Danielle era suficiente para dibujar una sonrisa en el rostro de Philippe.

El corazón de Danielle tenía tantas emociones que parecía que saldría por su pecho: amor, confusión, miedo... Lo único que ella quería era escuchar las palabras que le devolverían la calma a su impetuoso corazón. El par de palabras daban vueltas y vueltas alrededor de su mente. No podía concentrarse en nada... solo quería saber si ella era correspondida.

Philippe solo le limitaba a seguir el movimiento del cabello negro de Danielle cuando pasaba delante de él, esbozando una sonrisa tímida y ansiosa. Hacía ya cuatro días y medio desde su última conversación y a él le faltaba la respiración; necesitaba oír su voz para seguir viviendo. Quería verla a los ojos de nuevo, para tratar de leer su mente y saber si debía decirle aquellas palabras que Danielle esperaba con tanta incertidumbre.

A ya 9 días, 4 horas y 23 minutos después de su última conversación, Philippe decidió pronunciar esas palabras que estaban atrapadas en su pecho y deseaban ser liberadas. Sus manos estaban empapadas en sudor, mientras se acercaba más y más hacia Danielle. Tomándola por ambos brazos exhaló las tan esperadas palabras. Philippe acercaba su boca hacia la de Danielle, y ésta no se resistía. Danielle podía sentir la rápida respiración de Philippe que le golpeaba delicadamente la cara...