Placer de dioses el matar al retoño dorado,
el ave azul recorre sus sonrojadas rodillas
dispuesto a matar y a beber del veneno de sus párpados,
rey del aliento y del espanto, bebe y muere, escupe y vive.
Ola que meció al llanto en el último día de la pereza
¿quién podrá detener al viento humeante del cántaro?
uvas de oro adornan al demonio embriagado de terror,
incienso en sus manos, candela de una muerte segura
esperanza apagada de ver al laúd sonar por última vez,
ruido de campanas de muerte prometen algo peor;
es su pelo el que despide olor a cuervo asesinado,
almanaque de sueños perdidos en la frontera del amor.
Algun día su fiereza recordará al ángel que vino a reír
rechazo a la penetración del traidor en tu morada
odio terrenal prometido al amor celeste de tu enemigo
nada ni nadie podrá con el todo omnipotente.

Ardor me produce el pájaro que requiere la mañana,
bordeando el plato aparece la serpiente alada.
Cuencos de arroz podrido alimentan sus espantos,
duendes malignos mecen la cuna del llegado.
En el amortiguado amor revive el fuego gris del odio.
Filtros de luz negra pellizcan sus promesas de amor,
gelatina de cicuta para el hijo de su señor,
hiel quemada retoma el pasado del dios búho.
Iguanas de seda regentan el palacio de coral
juguetes de ceniza esperan las manos del jarro,
koalas muertos encima del árbol que los verá caer.
Los ojos del lagarto siempre hieren en la boca,
mendigos de fortuna esperan la moneda del huérfano,
nidos de perlas en lo alto del volcán se ríen de ti.
La luz de los ojos del saltamontes
tolera el porvenir del nido de águilas.
La cuenca de los trozos de lava fría
permite el paso de la sangre que vendrá,
todos contra todos en el mas allá,
tu mano no podrá con el líquido espeso
ni con la savia rica de escombro calizo…