I
Subtítulos para un Analfabeta.
-Nadie cree en las estadísticas porque no dicen nada,
lo afirma un 17% de la población.
Homero Simpson
Los libros no tienen sonido, no al momento de la lectura en silencio. La televisión aventaja aún más. Al límite de la menor intensidad dos alas metálicas giran en el techo refrescando la habitación. Oriundos de la bocina del televisor, los sonidos se apropian la atmósfera entre carcajadas falsas unísonas y diálogos cuyos fines predecibles no evitan una sonrisa de quien, sobre un sillón y entre bolsas vacías de frituras y ráscales camino fácil aunque incierto para obtener una de treinta pulgadas, las espera ansioso de saber Tenía razón. El jadeo esfuerzo del motor eléctrico por mover las aspas son puntos suspensivos, huecos de voces y risas falsas. Napoleón está acostumbrado. No es necesario prestar mucha atención a un sonido como ése. Tal vez esté ahí sólo para ser eje del ritmo de la grabación o situar la escena en la recámara, piensa. Sería tonto hacer hincapié en un abanico. Sin embargo no cesan esos puntos mudos de sonidos de bocinas que para el televidente inexperto son una evidente molestia. Mucho peor si el programa está en el idioma del oyente: Esfuerzo del motor. Coronel, ¿se olvida del duelo? De nuevo. Oh, que modales los míos. Punto suspensivo. gUuou-gUu… Una vuelta más …jOujjojouch. Fu-óg (sonido de abanico). ¿Estás bien Homero? Otra vuelta. Napoleón no se pregunta qué es ese ruido. Es el sonido ya sólo una coma que pasa inadvertida dentro de una prosa memorizada que carece de él. Creo que sí, el hueso detuvo la bala. Ruido. Sería mejor que te atendieran en un hospital. Y seguirá. Largas risas y diálogos entre giros de aspas metálicas pesadas ambientando la escena. Sí, después de comer.
Se vuelve el dedo índice de Napoleón el motor a la vez que la TV toma forma de aspas que rompen el aire en altibajos de volumen y frases, sonidos e intensidad de imágenes proyectadas hasta el techo y las paredes. Allá, unos pasos detrás del sofá, bajo el marco de la puerta, se encuentra parada Cándida, incansable y amorosa madre. Inquieta mira el control remoto. En la televisión la publicidad es un llamado a surcar cada canal posible. No es obligatorio pero como si lo fuera. Callada mira a su hijo. Apresura al dedo en un ritmo de cuatro por seis, tiempo suficiente para saber que aquello no lo quiere ver. Ni aquello. Ni aquello. Cándida teme por él. Su sombra se proyecta sobre el sofá causa de una luz proveniente de la calle. Napoleón sabe que está ahí pero que se trata de un personaje prescindible y es pérdida de tiempo en esa escena hablar de ella que sólo llena el vacío mientras la publicidad termina. Cándida habla. El ventilador ya no es sonido secundario sino uno relegado que perderá fuerza a medida que todo avanza y el cambio de canales se vuelva mecánico igual que la voz de una Cándida que aprendió a hablar a un ritmo de cuatro por seis. Sabes, no suelo decirle esto a. Báñate para el trabajo. A los actores que salgan. Se te hace tarde, Ni aquello. En mis sueños estás. Ya no mires tele. Quién tenemos por ahí. Hace mucho daño, Tampoco. El número cinco que pase. Siempre la ves pero. En cambio porqué estarlo. El ritmo es continuo la mayoría de las ocasiones sin embargo existe el riesgo de encontrarse con algo interesante que provoque una pausa en el dedo. Ella lo sabe y está atenta. Por tanto, al detenerse él o volver a un canal del que no estuvo seguro si era de los Ni aquellos, toma aire y comienza su discurso. No sabes porque no lees el periódico ni ves las noticias pero en Japón está cayendo la gente dormida y no se despierta, se quedan todos dormidos enfrente de la televisión y para nada abren los ojos, que unas ondas que viajan por no sé que, que los colores y los dibujos, Ni esto. No me olvides por favor. También la luz. Clasificación de España. Nomás la tele. Localidades espectaculá. En coma los chinitos, Menos eso. Deja descansar el dedo mientras el televisor muestra una serie que no recuerda por qué le desagrada. Escucha los diálogos atento. Ella vuelve a tomar aire y sigue. Que los que ven mucha tele se cansan mucho pero se quedaban sin sueño, y los que se la pasan en Internet no duermen pero éstos de la tele no se despiertan y que no nomás los chinitos, en los Estados Unidos también. Traduce los diálogos en inglés a subtítulos en español por lo que no presta atención a la voz de su madre. El ventilador menos que silente es ahora la voz de Cándida que se vuelve un sonido secundario que para un subtitulador inexperto hubiese sido una molestia, un hueco de palabras habladas y ruidos ambientales, punto suspensivos dentro de aquel programa que acabó por no gustarle a Napoleón. Willie Angel. Por eso tienes que mirar menos tele. No engañarás al ojo en el cielo. Hueco inaudible para una mente concentrada. Muy bien, me encontró. Desapercibidos puntos suspensivos. Qué hacen. A veces existen elementos en las atmósferas de los programas que parecen estar de más, pensaría él de haberla escuchado irrumpir dentro de cada frase de los actores. ¡Willie el listo!. … . Que hay silencios provocados por exceso de sonidos. Lo codificas magnéticamente, y listo. Afonía. Y Cándida no debería ser el sonido sordo sino la voz del televisor centro acaparador de atención. Ignorante es de que es ignorada porque su hijo mueve la cabeza como si escuchase lo que dice. Sigue mirando escuchando el televisor al tiempo mismo que ella continua con su abultada plática. Y ya es tarde, metete a bañar para que te vayas al trabajo que ya falta una hora y te tienes que ir despacio porque si no te me asoleas, Ni aquello. Napoleón recuerda porqué ese programa no le gustaba a pesar del buen sonido y la excelente fotografía. Un programa de detectives forenses y policías genios no tiene fin ni principio. Siempre hay algún asesino y algún muerto, se mueren todos y de todo menos de risa dice en voz baja mientras su dedo sobre el control vuelve a la marcha. Cándida pierde el cuatro a seis al escuchar un murmullo sinsentido que cree la sacará de los confines del monólogo para volver aquello una conversación. Ya no habla entre cambios de canal. No es ahora la TV el centro acaparador de atención sino su angustia una voz interior que al mismo tiempo que está parada ignorada se disgrega entre el tiempo y el espacio. Napoleón diría Un flash back es el recurso más viable para una situación como ésta que no tiene pies ni cabeza. Pero nadie escucharía la opinión del que se cree experto. No cándida que habla sin hablarle y pregunta sin esperar respuestas. Si se te hace tarde te vas a ir muy apurado y no quiero que te canses, ya sabes que te pones todo colorado en un ratito y sudas como marranito horneado. Que no se te olvide el inhalador. La ropa ya la lavé en la mañana y le puse del suavizante que te gusta, del que no te irrita. Antes me gustaba tenerte aquí viendo tele pero ahora no, no quiero que te quedes dormido y no te despiertes. A lo mejor si estuviera aquí tu papá. El dedo de napoleón se separa del control para buscar dentro de una bolsa de frituras. Pobrecito ni conoció a su papá. Siempre que anda a las carreras se le olvida el inhalador. La mano no encuentra alimento en esa bolsa y busca en otra. Yo tuve la culpa por andar de enamorada. Todo sudado va a llegar al trabajo y todo nomás para que el Norberto se burle de él que está empapado. Si yo también apenas lo conocí. Ojalá que salga un programa de lucha para que apague la tele. Berto nomás por ser malo con él porque no entiende que está enfermo de su asma y eso es muy malo. Cándida televidente veterana aunque no experta sí percibe el ya secundario sonido de la TV. Ay que día tan romántico cuando lo hicimos al Napoleón. Pásele paisano. Todavía no preparo su lonche. Los lentes esos si que no se le olvidan. Lleva la comida a la boca y vuelve al cambio sistemático de canales. Que no se asuste mucho con las mácaras de los luchadores, nomás para que apague la tele. Ni parece que ya pasaron treinta y ocho años. Reúne treinta organizaciones. Además si corre luego le dan dolores de rodillas y la espalda no la aguanta, aunque coma más para tener más energía no puede correr porque rápido le falta aire. Necesitamos algo más alegre. Ni porque ahora no trabajo no le he preparado el lonche. Después de ese día no lo volví a ver pero bien que me dejó algo para recordarlo. El cascabel de la serpiente se lo hace saber. Si no le hago el lonche se me muere de hambre el pobre. Que lindo mi niño. Napoleón encuentra un canal de su agrado. ¡dis is yorch constansa! Ya levántate que si no te quedas dormido. Aim not escared tu dem. Si no te apuras no puedes pasar despacio por la casa de la vecinita para ver si la encuentras afuera. Di-is uaan is mai extennchon. Y en el trabajo nomás son ellos dos como para que se estén peleando y se esté burlando de él. ¿Uay yu teic as mach? Apenas tiene veintiún años la muchacha pero a él le gusta mucho. Carcajadas falsas unísonas. No tienes novia porque no quieres. Ai broc de pistol en ai japend tu plan bi. Si estás bien guapo y eres bien listo. ¿Plan bi? Se burla que está gordito que chaparro y en Jalowín se pone las máscaras para asustarlo. Risas. Pero te la pasas como en otro mundo y apenas puedes hablar poquito con ella que no mira la tele y que se asusta cuando llega un vendedor y tú dices Es un pretexto para darle un giro al diálogo que está decayendo aunque después de un ratito se le olvide que lo dijiste. De disecnts absorb de yumidit. Bien que sabe cómo lo ponen a Napoleón las mascaras. Dis clots wil not las faiv yirs uitaut dem. Ni quién los despierte luego que caen dormidos. Yo que le creí cuando me dijo Cándida, te amo y te quiero más que a nada, tú estremeces mi mundo. Dat wil not du énifing. Ojalá y se case con ella. Napoleón observa el reloj en la pared. Y si le estremecía el mundo a lo mejor se lo estremecí tanto que no aguantó. Más risas. Aunque le lleve diecisiete años. Pero es que no puede hacer ejercicio por su asma. Dey den pa-chiens. Los gorditos son más apapachables. No me acordaba del lonche. Ya no escucha el televisor porque su hijo bajó el volumen. Tiene una sonrisita tan bonita y unos ojos que le brillan que deslumbran nomás de pura juventud. Esos no se le olvidan porque sin ellos no ve nada. Pobrecito siempre tiene hambre. Que no nomás en los Estados Unidos, en Europa y un argentino hay dormido también dijeron los meseros en el trabajo. Ya le dije al Berto que no fuera cruel que casi se me muere en el parto y que por su asma no hace ejercicio y está gordito porque tiene que comer mucho para tener energías. Como él está joven y no batalla para respirar. El lonche. Ya báñate niño se te hace tarde. No te duermas sin despertar que me dejas sola y me muero de soledad.
Camina despacio fuera del umbral de la puerta hacia la cocina. Un comercial anuncia Regale cultura, done un libro. Napoleón se quita de encima las bolsas vacías y billetes de lotería y ráscales de nuevo no ganadores y con evidente esfuerzo se pone de pie. Levantarse le provoca respirar agitado. Sucede siempre cuando se levanta, se le pasa en un momento. Apaga la televisión. A paso de pingüino avanza hasta el buró de su ropa interior palpándola al abrir el cajón. Toma una camiseta y se la pone en el rostro. Suavizante del bueno. Tengo hambre. Al salir apaga el abanico. La atmósfera cambia. Fin de la escena en sordina. Todo callado. Como si alguien leyera en silencio.
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