Las rosas de mi jardín empezaban a despuntar. La primavera estaba cerca, lo notaba en el ambiente, pero la mirada seguía perdida en el infinito; mis pensamientos iban más allá de la pura realidad. No me quitaba de la cabeza aquella cara tan bonita, sus ojos, su pelo, el sufrimiento. Aquel sufrimiento que mi persona intentaba hacer olvidar. Seguía mirando las despuntadas rosas primerizas y la veía a ella, linda como una flor, alegre de verme allí, lanzándome besos que yo recogía con desespero intentando no dejar escapar ninguno. Sus labios rojos los sentía en mi boca, su calor y su olor de mujer enamorada me llenaban. Quise transmitirle la misma sensación, entrar en su corazón junto a la primavera, que su alma despuntara también aquella mañana para recogerla y tenerla siempre junto a mí.
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®Manuel Muñoz García-6-10-02