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“God promises eternal life, we can provide it!”.
Philip Dick. The Three Stigmata of Palmer Eldritch..


Tomy volvió a mirar a su alrededor, a través del visor de su casco. La imagen era siempre la misma. Dunas interminables. Un mundo basto, inabarcable, yermo.
Chequeó las reservas de oxígeno en el marcador de su traje. Aparentemente, le quedaban menos de dos horas, si es que es el mecanismo no se había dañado en la caída. Lo pensó un momento, pero de todas formas, no tenía posibilidad de confirmarlo ahora. De modo que, decidió tomar por ciertas las cifras, e intentar apurar su vuelta a la base.
Trató de correr, o al menos, eso supuso, pero en unos pasos, un fuerte dolor en su costado lo obligó a detenerse. El traje que lo protegía, y le permitía respirar, era también demasiado pesado para intentar correr con él.
No podía recordar, cómo ni cuando se había separado de sus dos compañeros, ni porqué ellos no habían vuelto a buscarlo.
Los sensores de ubicación, dentro de su casco, estaban, evidentemente rotos, con sus indicadores oscilando de forma absurda entre números al azar.
Aún tenían reservas de agua, lo confirmó, pero, por cuanto tiempo?. Y, dónde diablos estaba?. Sin registros guía, era imposible orientarse en aquella meseta desértica, surcada por elevaciones poco pronunciadas, unas iguales a las otras.
Volvió a probar establecer contacto por radio con la estación. Nada, sólo conseguía, de a ratos, silbidos o zumbidos sin sentido. No supo si estaba demasiado lejos para que la señal llegara, o, su equipo de comunicación estaba averiado también.
Esto último le pareció lo más probable, ya que sus radio transmisores habían sido diseñados para tener una gran potencia de alcance, sin contar con que, en un planeta deshabitado, sin “contaminación” electro estática, la posibilidad que, su señal “chocara”, o resultara interferida por otras señales era casi nula.
Decidió tomarse unos minutos para evaluar su situación lo mejor posible, y lo primero era, sin dudas, mantener la calma.
Recordó su entrenamiento, las prácticas. No eran un grupo de navegantes improvisados. Formaba parte de un cuerpo de exploradores, cuidadosamente elegidos y preparados, o al menos eso creía.
La pequeña cápsula que los había depositado suavemente en la superficie del planeta, mantenía fija su posición, a la vez que servía de enlace entre los exploradores y la nave principal. También estaba provista de oxígeno, agua, y elementos de reserva, en caso de ser necesarias debido a algún retraso no planeado de la expedición.
Su unidad estaba compuesta por seis exploradores, incluyéndolo. Desembarcaron juntos, dividiéndose luego en tres grupos. Su compañero, Alex y él, habían seguido el camino previsto, hacia el este del módulo.
Los otro dos se habían dirigido hacia el sur y el norte, respectivamente. Mantenían contacto por radio. Era una misión de reconocimiento del terreno (casi, de rutina). Observación, recolección de algunas muestras, nada que no hubieran realizado en el pasado.
Cada pareja cubriría un sector previamente delimitado, para regresar a la cápsula. La operación estaba calculada para ser llevada a cabo en unas tres horas, como máximo, incluso considerando posibles irregularidades en el terreno que obligaran a los explorados a moverse más despacio de lo esperado.
Conocían en parte, el lugar por el que iban a desplazarse, tanto por fotos de satélite, como por observaciones desde la nave.
El traje de debían utilizar no resultaba demasiado pesado, excepto por las botas, en conjunto, era bastante flexible, todos estaban acostumbrados (tanto como era posible) a ellos.
Cada uno tenía una reserva de oxígeno, con capacidad (incluido un tanque de emergencia) para unas seis horas. Tiempo más que de sobra, aún si se detenían para alguna observación especial, o se desviaban un poco de la ruta prevista. Igualmente, la provisión de agua estaba asegurada para cubrir el doble de las necesidades calculadas.
Como medida de seguridad, cada traje estaba equipado con una unidad independiente fácilmente rastreable, por el módulo, o incluso, desde la nave.
En resumen, todo planeado, entonces, mierda, gruñó Tomy. Se forzó a tranquilizarse, para repasar lo que había pasado, o al menos, lo que recordaba.
Después de separarse, Alex y él habían caminado aproximadamente una media hora, el terreno resultaba difícil, el suelo, en sectores, compuesto de algo similar a la arena, los hacía hundirse, enlenteciendo la marcha. En un momento, había cerrado los ojos y la imagen que su mente evocó vivamente, era la de él y su hermano, siendo chicos, corriendo para atravesar una meseta de arena seca, para llegar al mar (lo difícil que era andar en la arena seca). Aquel recuerdo había durado un minuto, luego volvió rápidamente a la realidad. No era un niño, y ni siquiera estaba en la Tierra, sino en medio de una misión, no podía distraerse.
Hasta ese momento, no habían observado nada de particular interés (aunque, el concepto “interés” variaba según puntos de vista: los científicos, los ingenieros interesados en instalar bases, los empresarios, calculando las posibilidades de inversión y rentabilidad en esto o aquello, en fin).
Ellos, por su parte, se había limitado a cumplir su tarea, registrar el lugar, tomar fotos y muestras.
El lugar, como ya lo anticiparan, les pareció un desierto sin fin. El cielo, de un gris plomizo, se veía en algunos sectores, atravesado por reflejos de tono naranja pálido. Por lo menos, esa la visión que tenían a través de los visores de sus cascos.
En contacto por radio con los otros dos equipos, supieron que el panorama que observaban sus compañeros, no difería en gran medida que el que tenían ellos enfrente. Lo cual, era esperable, por otro lado, ya que la distancia total que iban a cubrir era de un radio no muy extenso. De hecho, recordó que habían hablado de eso antes de aterrizar.
Hasta entonces, nada parecía capaz de alterar el trabajo de rutina. Pero?..., de pronto algo....En ese punto, Tomy, comenzaba a marearse.
De nuevo recordó las palabras de su instructor, procuró calmarse, hizo sus ejercicios de relajación, hasta recobrar el dominio de sus emociones y su mente.
Volvió, despacio, a ese momento, de a poco parecía ordenar sus recuerdos. Un repentino e involuntario estremecimiento sacudió su cuerpo, pero logró controlarse rápidamente.
Fue, con gran esfuerzo consiguió evocarlo, un segundo. Mejor dicho, el “evento”, parecía condensado en segundos. De pronto, un viento muy fuerte, se había levantado “de la nada”, con tal violencia que, los había arrastrado algunos metros, y cubierto casi por completo de arena.
Luchó contra aquella tormenta que lo cegaba, mientras su mente lógica le decía que era imposible, que en la superficie de ese mundo, no había corrientes de aire (mucho menos, temporales de viento).
Creyó ver, en el medio del infernal remolino que lo envolvía, algo similar a un rayo caer en el horizonte, iluminando el desierto que brilló, primero rojo intenso, luego, naranja, violeta y rosa, en una sucesión psicodélica. A esto, siguió un ruido terrible, y luego lo cubrió la oscuridad.
Evidentemente, perdió el sentido, aunque no pudo precisar por cuanto tiempo. Al volver en sí, algunos de sus aparatos estaban dañados.
El paisaje no parecía haber sufrido ningún cambio, era el mismo desierto, no vio a Alex. Se paró con esfuerzo, mirando a su alrededor.
Nada de lo que acababa de pasar tenía sentido. Aún así, el remolino que lo arrastró a él, podía haber hecho lo mismo con Alex, pero cuan lejos podría haberlo llevado?.
Recordó que, antes que el “fenómeno” comenzara, Alex estaba a no más de un metro a su izquierda. Lo que, en realidad, no servía de mucho, izquierda?, cual izquierda?. Había girado como un trompo en aquella tormenta, por supuesto le resultaba imposible ubicar la izquierda (es decir, su izquierda original).
Sin contar con que no podía saber tampoco, hacia donde había sido arrastrado Alex, ni si estaba herido o inconsciente.
Con su radio rota, se sentía solo (lo estaba), con el agravante pensó que, Alex podía encontrarse muy cerca, quizá cubierto de arena, tal vez, a solo algunos metros de donde él estaba, pero como encontrarlo?. Y, los otros grupos, habrían sufrido aquello?.
Volvió a chequear sus lectores, si la reserva de oxígeno era de casi dos horas (más el tanque auxiliar, 30 minutos extra), y, ellos habían caminado media hora, antes del temporal, “faltaban” tres horas. Es decir, entre el caos, y que recuperara el sentido, habían pasado tres horas?!.
La misión completa estaba calculada para tardar aproximadamente tres horas. Si el tiempo había pasado, lo estarían buscando?.
El módulo que los transportó habría resultado dañado?.
Qué estarían captando desde la nave?. Si no podían establecer contacto, tendrían que suponer, por lógica, que algo había salido mal. Irían a buscarlos. Cuánto podrían tardar?.
Fue presa del pánico, no tenía forma de comprobar que el sensor de su traje funcionaba. Si no era así, solo podían intentar localizarlo partiendo de las coordenadas originales del aterrizaje. Y, sobrevolando la zona, casi como buscar una aguja en un pajar, pensó.
Llevaba un largo rato sentado, reflexionando. El panorama, siempre igual, le produjo un desasosiego difícil de explicar. Se forzó a mantener la calma, y notó qué era lo que lo sobresaltó. Justamente, la inmovilidad, no porque hubiera nada aparentemente capaz de moverse, sino la sensación de inmovilidad temporal.
La luz no parecía cambiar. No supo por qué, hubiera esperado, ya que el planeta tenía que cambiar de posición con respecto a la fuente de luz, alguna señal de ese cambio, sombras, oscuridad. No es que le agradara la idea de encontrarse solo, de noche, en aquel páramo, pero.... Luego, recordó que no se había molestado en averiguar la velocidad de rotación del mismo. Después de todo, iban a una exploración de tres horas (pura rutina).
Y si nadie iba a rescatarlo, si era el único que había sobrevivido a la tormenta. Volvió a mirar el indicador de oxígeno, una hora y cuarto.
Sin saber bien por qué, se levantó, e intentó buscar el camino hacia la cápsula, o encontrar a Alex y a los otros, tratando de orientarse, en vano, en un paisaje irritantemente parecido, sin puntos de referencia.
Al rato, volvió a detenerse, su respiración se había acelerado. Evidentemente, si gastaba energías, sus reservas se agotarían más rápido.
Su indicador de oxígeno marcaba 50 minutos. Casi le produjo gracia la ironía, aquel había resultado uno de los pocos sensores que no sufrieron daño. Lo que le permitía saber exactamente, cuanto tiempo le quedaba.
Se preguntó si hubiese preferido ignorarlo, supuso que no. Trató de hacer más lento su ritmo respiratorio, y cardíaco. Lo consiguió, pero no sabía por cuanto tiempo.
Morir asfixiado en aquel lamentable desierto, tenía que alejar esa idea de su mente. Sería un proceso lento?. Empezó a sentir un sudor frío en su frente. Maldijo las costumbres modernas de no llevar nada para estos casos. Se suponía que con los medios actuales, casi no había riesgo para los exploradores.
En los primeros tiempos, él había escuchado los relatos (ocurridos, antes de su época), debido a “algunos” accidentes, en los que exploradores se habían “perdido”, era regla, llevar un par de píldoras suicidas. En casos extremos, se podía recurrir a ellas, para procurarse una muerte rápida e indolora, en lugar, por ejemplo, lo que comenzaba a perfilar como su terrible fin, al acabarse el oxígeno.
De todos modos, él no tenía ninguna pastilla mágica, así que trató de no pensar. Volvió a chequear el oxígeno, 35 minutos, podía ser, no se acababa muy rápido?. Funcionaría el indicador?.
Recordó, sin embargo, que no se había fijado en su pistola de señales. La mayoría de los exploradores la consideraban una reliquia, casi nadie la había usado en mucho tiempo. En realidad, nadie sabía por que todavía solía ser parte del equipamiento de los trajes.
La buscó, ahí estaba, donde se suponía. Él nunca la había utilizado, pero dado el caso, la sacó, apuntó arriba y adelante, sin saber hacia donde, y disparó. Se quedó un rato mirando la señal luminosa, como una bengala, mientras esta se elevaba. Dudaba que sirviera para algo, pero al menos, lo tranquilizó unos momentos.
Arrojó luego, las otras dos cargas, con intervalos entre ellas. Eso era todo.
Se sentó en el suelo, mirando la desolación que lo rodeaba. La luz, que en ningún momento fue intensa, se mantenía sin cambios.
Sin proponérselo, comenzó a repasar su vida. Por un lado, era un alivio no tener familia que dependiera de uno, aunque, no pudo dejar de sentir cierta “nostalgia” al recordar que su mujer lo había dejado (no fue eso solo, por supuesto), al no querer tener él hijos. Si hubiera tenido un hijo, alguien lo recordaría. Al minuto, se sintió irritado consigo mismo, que forma de pasar sus últimos momentos.
Igual, no tenía nada que hacer, ni siquiera forma de escribir, o grabar un testamento, o tan solo algunas palabras.
Cuando, según los medidores, solo le quedaba el aire del tubo de emergencia, empezó a sentirse cansado, como si un ligero sopor lo invadiera lentamente. No luchó con él, al contrario, descansar podría ser una bendición.
Al abrir los ojos, tardó varios minutos en comprender lo que veía. Estaba en una cama, en la enfermería de la nave. Respiraba con normalidad, aunque con una bigotera de oxígeno, por supuesto, no llevaba su traje.
Además del médico de a bordo, a quien conocía, estaban, junto a su cama, el jefe del grupo, y dos de sus compañeros. Se sentía débil, y un poco mareado. – Esto es por precaución -, dijo el Dr. con una sonrisa, tocando la cánula plástica, - en cuanto te sientas con más fuerzas, te lo saco, no recibiste ninguna lesión -.
Su jefe lo miraba. – Yo..., qué pasó? -, preguntó Tomy. – Tranquilo, ahora descansá -, le contestó palmeándole el brazo.
Aparte de confuso, se sentía molesto, detestaba que lo trataran como a un chico, - Quiero saber -, insistió. – Cuando te encontró el equipo de rescate, tenías aire como para 8 tal vez 9 minutos más -, esta vez, era Paula, una de las integrantes de su equipo. – Sí, pero, la tormenta... -, le costaba hablar, pero necesitaba saber. – Los afectó, principalmente a ustedes, y en menor medida al otro equipo -, dijo el jefe. – Andy y yo nos salvamos -, dijo Paula, - fue un extraño fenómeno, a ellos, los encontramos enseguida -, siguió explicando, - Alex, arrastrado por la tormenta, e inconsciente, casi aterrizó muy cerca del módulo. Igual, tardamos alrededor de una hora en encontrarlo. No te preocupes, él está bien -, hizo una pausa.
Entonces, habló Marco, integrante del grupo que sintió en forma “intermedia” el fenómeno. – Cuando vimos que tu radio estaba rota, intentamos buscarte con el localizador de tu traje, aunque resultaba algo difícil (la señal no era buena, y te movías). De hecho, te alejaste bastante de tu ruta -, tras una breve pausa, continuó, - nos terminaron de ubicar las bengalas, suerte que se te ocurrió usarlas -.
Tomy sonrió, estaba agotado, podría dormir una semana, - Una última pregunta, cuando me encontraron, estaba dormido, inconsciente, no recuerdo que me haya pasado nada -.
El jefe volvió a hablar – Cuando, se activa, y se consume hasta cierto punto -, hizo una pausa, dudando, finalmente dijo: - el tubo, libera, junto con oxígeno, un gas anestésico... -.
Todos permanecieron en silencio. Así que, “el sistema”, tiene todo calculado de algún modo. En lugar de las viejas píldoras suicidas, el mismo equipo se encargaba de ponerte a dormir, antes que se agotaran las reservas por completo. Iba a decir algo, tal vez una protesta por ignorar esto, pero cambió de idea.
Después de todo, bien pensado, al dormir se reduce el consumo de oxígeno, dando al sujeto un poco más de tiempo, y, en el peor de los casos, lo salva de aquella muerte espantosa que temió para sí mismo.

Texto agregado el 09-11-2003, y leído por 239 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-11-2003 ¡Qué situación, no! Espelugnante, pero: asfixiante. ¡Muy buen relato de ciencia ficción! Felicitaciones. Saludos, Praprique
12-11-2003 Excelente relato de sorprendente final. La ciencia ficción no es lo mío pero reconozco tu buen hacer. Beso, Jose. mac
 
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