¡Campanitas, campanitas, suenan sin cesar...! y a pesar de que la navidad fue la samana pasada aún retocan en mi cabezas esas malditas melodías que escuché por días en el árbol navideño de la oficina, en la cafetería, en el Centro Comercial..., en fín, la cosa es que en medio de estos días de fiestas y de vacaciones de muchos miembros de este templo del trabajo, yo debo estar aquí tipeando una serie de informes vanales y burocráticos. Laura está desaparecida hace unos días por culpa de una gripe que la hacía hablar como Betty de los Picapiedras y Jim se cambió de oficina por falta de espacio propio. En realidad es una garantía que merecía, pues los archivadores a su alrededor parecían comercelo de a poco. El problema surgió después que se fue, cuando extrañamente me percaté que lo echaba mucho de menos... ¡Pero si es un pobre idiota...!, bueno un idiota tierno que me enviaba lindos mensajes y que dejó de hacerlo cuando vió que yo pasaba demaciado tiempo espiando a Alejandro.
Con el Subrrogante, no hubo caso. La segunda vez que intentó pasar un rato agradable conmigo no le fue de lo mejor, porque decidí responderle haciendome la fiera apacionada, pero al parecer eso lo asustó y no hubo caso de que se le parara.., lo que se tenía que parar.... Eso parece haberlo avergonzado a tal medida de que no volvió a hablarme, pidió sus vacaciones adelantadas y al volver, pidió el traslado de piso hacía otra Unidad..., y yo me quedé aquí sin explicaciones y recordándolo cada vez que almuerzo spaguetti.
Suena mi teléfono: mi jefe pidiendome el favor de que le haga un café. Me dispongo a hacerlo cuando veo a Jim de frente, mirándome como raro. -"Chica, te extraño" - me dice con tono entre irónico y verdadero. "Yo también"- respondo no muy convencida, pero me asusta como me hace sentir su comentario. Luego sólo pasa a mi lado siguiendo su camino, lento, silencioso, "idiota", como pienso yo, pero ahora me dan ganas de quitarle lo idiota tanto al pensamiento como a mi compañero. |