Una hermosa rana que vivía en un manantial se enamoró desesperadamente en una noche de cielo estrellado de un ratón que pasaba por el vecindario. El suceso fue recíproco. Se encontraban casi a diario al caer el sol justo donde termina el mundo del agua y comienza el mundo de la tierra.
Después de mucho disfrute la inocente rana de sangre fría le dijo al peludo ratoncito de corazón ardiente que era momento de formalizar la relación, que todo eso de las relaciones prematrimoniales y el amor libre es pura utopía, y que vida solo hay una, y que como es corta no hay que perder el tiempo. El ratón consideró la propuesta y meditó sobre lo que la rana decía, y que a pesar de pertenecer ambos a mundos distintos estaba dispuesto a entregarse con alma, corazón, y vida. La propuesta de la rana incluía utilizar un delgado hilo que sirviera para comunicar lo mucho que se querían, de esta forma si una no encontraba a la otra en el sitio planeado, lo único que se debía de hacer es jalar el hilo y con prontitud su fiel compañera aparecería. Claro con el tiempo establecieron un leguaje entre ambas, el jalar el hilo de forma suave era como susurrar al oído con voz tierna "¡que falta me haces!", jalarlo intensamente sin parar era señal de que era incontrolables los deseos de encontrarse. El hilo funcionaba perfectamente, incluso se popularizo en el periferia del bosque como una de las técnicas para aumentar el juego erótico entre las fieras durante los actos de amor salvaje.
Una hermosa tarde de verano el ratón poseído por un deseo desenfrenado de pasión por su querida rana inició el rito cotidiano para lograr aquel encuentro divino, jalo, y jalo con más fuerza con una sonrisa en sus labios, mientras allá abajo unos segundos antes la rana bailaba de emoción de que en unos instantes se encontraría con su amado ratón, y mientras bailaba el hilo se enredo en su cuello, cuando el ratón comenzó a jalar la rana lo primero que hizo fue transfigurar la sonrisa que tenia en su boca por un gesto atormentado, luego comenzó a tener dificultades de respirar y más tarde de un paro respiratorio se le desvaneció la vida y con ésta aquel inigualable amor. Cuando el ratón se dio cuenta de lo que había sucedido, al fin pudo reconocer con amarga tristeza, que lo que nos ata, nos mata!!!!
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