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Hace frío afuera. El viento corre fuerte, y como puedo me afirmo de mi abrigo para que el frío
no me entre hasta los huesos. Hoy como nunca, me dejan salir temprano de la oficina, y me encuentro
este viento fuerte y helado, sobre todo helado. A mi edad lo más que se siente es el frío, ese que
hace tus movimientos pausados y pensativos, aquel que te hace desear ser joven otra vez, y aquel
que hace que tu toz sea seca y dolorosa como una picada de avispa en el cuello.

Como decía, hoy he salido temprano. Por primera vez mi jefe tiene un gesto amable con alguno de sus súbditos. Supongo que nos lo cobrará por años. Salgo y camino rápido las 7 cuadras que me separan de mi destino, más que por el apuro de llegar antes que cierren, lo hago rápido porque no soporto el frío.
Entro a la tienda y me sacudo el cuerpo, como si hubiera estado nevando, y la Tienda fuera el refugio que me proveerá de calidez. El joven me reconoce de inmediato, y esboza una sonrisa mientras amablemente me pide que lo espere mientras busca la pequeña cajita. Me
atiende de manera gentil, no sé si es porque no hay nadie en la tienda o porque estoy gastando mucho
dinero. Vuelve con la pequeña cajita, la abre y me pregunta si es la indicada. Asiento, y procede a
envolverla gentilmente en un papel café y gastado, papel que lo hace ver más sofistcado.

Fuera de la tienda, un poco más relajado ya, me abotono el abrigo, y me encamino a la casa. Algo
envolvente y tierno tiene el mundo en esta época en este lugar. Todo plomo, con ventoleras que
si vas sin apuro alguno se vuelve agradable, se torna placentero. Poca gente camina, como para
asegurarme que el camino a casa sea tranquilo.

Ya en casa, está todo preparado. Habías llegado antes que yo, como siempre, y al igual que yo,
te habías acordado que hoy, hace 4 años atrás, comenzamos a estar juntos. La mesa servida, en el
centro un par de velas encendidas, y una rosa roja. Cursi habría dicho alguna vez, pero hoy no se
puede, hoy están permitidas todas esas cosas. Cenamos temprano, para después pararnos cerca de la ventana a mirar la gente pasar. Después de tanto tiempo juntos, aún podemos pararnos aquí sin
aburrirnos el uno del otro.

Creías que el día había acabado, pero queda el último momento cursi. Arrodillado frente a tí,
saco una pequeña caja envuelta en un papel café y gastado, sonriendo tiernamente esperando
que la abras...

El resto... se escribirá en algunos años más.

Texto agregado el 25-12-2005, y leído por 120 visitantes. (0 votos)


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