Un día de lluvia
Céfiro interpreta al viento,
Halo, al arco iris
Lluvia se representa a sí misma
Lluvia se hace presente en la casa más alta, donde la esperan Halo y Céfiro. Se deja caer lentamente, pero con intensidad. En un instante, ella cubre toda la superficie del ventanal.
Halo la había invitado, desde hace mucho tiempo, a esta casa aislada para conocer el lugar donde nace el viento. El mismo viento que la acompaña muchas veces, y que le ayuda a cubrir senderos, montes y planicies, pero que no son los suyos.
Halo, abre una ventana pequeña e invita a Lluvia al interior de la casa, Céfiro la mira con ansiedad, por fin la siente cercana, sin proponérselo asoman sus brisas.
Lluvia está satinada, plena de colores lilas que tomó del arco iris, tiene una posición de agrado que acompaña con una sonrisa.
Halo se ausenta un rato para traer el licor más añejo y brindar por el encuentro. Céfiro se arremolina cerca del pelo de Lluvia y le habla suave y acariciante, ella se sorprende pero no retrocede.
De vuelta, Halo los invita a beber e internarse por esas sendas de colores con las que adorna el cielo, Lluvia y Céfiro se unen. Durante el viaje Lluvia cambia de colores, recorre todos los tonos del espectro y, al final, se queda vestida de marrón.
Al anunciarse la noche Halo sube a recoger sus rayos. Céfiro rodea a Lluvia con unos brazos largos y comparte su humedad.
Lluvia permanece atrapada, hasta el amanecer.
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