Hoy me ví... en un futuro no sé si cercano como mañana mismo, pero era con un yo actual, fresco, vestido con la ropa de hoy... estaba muerto.

no era cualquier muerte, no era sencilla, plana e insignificante... estaba colgando del patio de mi casa. Me había suicidado. Me ví girando hacia la derecha... sin poder ver mi rostro... con mis zapatillas Puma y mis pantalones de tela verdes. En un día nublado, pero que se veía caluroso y pesado, como si el aire se hubiera hecho denso sólo para demostrar que yo ahora estaba más liviano, menos humano, y más infinito.

Me ví a mí mismo en otros ojos. En ojos cercanos, que no lloraban ni sentían pena alguna, ojos que sólo recordaban por cosas que les traían recuerdos. Cosas como "ahí el se sentaba siempre"... "esas zapatillas usaba". Nada de cariño necrofílico, nada de convertirme un mártir porque estaba muerto, nada de disculpas.

Pude retorceder un poco antes, y verme escribiendo cartas, cartas lloronas, aburridas, y que sólo expresaban el lamento por no soportarme y nada más. No había cariño, no habían ganas de quedarse, no habían promesas de un encuentro en el más allá. Me convertiría en algo más sublime, más triste... me convertía en un pedazo de mar, que se fundía en un océano infinito, mezclándose con el resto de salinidad y haciéndome invisible para siempre. Me ví romper las cartas, sintiéndome estúpido al explicar lo inexplicable y decidí dejar que todo pasara... nadie sabría nada.

Me ví entre mis discos, buscando la canción perfecta, aquella que lograría quedarse en mi memoria final como la última canción. No pude decidir a priori... tantos sentimientos involucrados en tres, cuatro, cinco minutos...

Luego pude ver una nube que se apoderaba de mí, y todo se nublaba, y lo próximo que pude divisar fue mi pataleo final, sin música, sin llanto, sin pena... sin ser un héroe, porque mi muerte no tuvo nada de heroica. No quería ser recordado, quería tan solo olvidar, olvidarme.

me ví despertando, saliendo de aquel embrujo en el que me ví envuelto. Guardé mi personal, pedí permiso, y me bajé de la micro. Triste, de haber estado en un trayecto triste. Pero más aún, por saber que en unas cuadras más, tendría que respirar hondo y fingir una sonrisa al saludar.