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MIL DIAS DE AGONIA

Ese día se despertó sobresaltada, con ganas de ver a sus familia, muy temprano y ya no pudo dormirse, así que se levanto a desayunar, se sirvió un café, el que por razones raras se volcó mas en el piso que en la tasa, y cuando alzo su vista al lago azul al que daba una ventana de su casa, ese mismo lago que tanta tranquilidad solía darle ahora le inspiraba diabólicos pensamientos. Así que le dio la espalda, apresuro su café, se vistió y fue al trabajo. La tranquilizaba saber que hoy llegaría su esposo con los chicos de un fin de semana en la playa al que ella no pudo ir por culpa de un cierre contable que la mantuvo trabajando mas de lo necesario.
Llego a la oficina mas temprano que de costumbre, al punto que el guardia de la puerta le pregunto si se sentía bien. Estoy bien dijo ella, solo un poco cansada pues ya necesito vacaciones- sonrió.
El reloj daba las once de la mañana cuando sonó el teléfono y ella se sobresalto, su corazón latió con mas fuerza que nunca, no quería atender, pero debía hacerlo podían ser sus hijos diciéndole que la extrañaban.
Sra. corell? Pregunto una voz al otro lado del teléfono- si soy yo respondió ella temerosa.
Sra. corell le habla Sarmiento, yo soy oficial de policía, lamentamos informarle que su familia tuvo un accidente en la ruta... por Dios!!! Dijo ella. ¿cómo están? Pregunto desesperada y a la vez sin ganas de saber la respuesta. Lo siento señora- dijo la voz del otro lado del teléfono- ellos están muertos... el policía siguió hablando pero ella ya no lo escuchaba, estaba inmersa en tal conmoción que se había sentado en el piso y parecía que flotaba, entonces recordó su falta de sueño, el café que se derramo en el piso, las figuras del lago que no quiso ver... y todo mezclado con recuerdos de sus dos hijos jugando en el parque, su esposo mordiéndole el cuello, y la voz del policía que le decía lo siento señora...
Ese día en la morgue luego en la sala velatoria... el maldito cementerio; tenían algo de irreal, y si su muerte se postergaba era solamente porque no había vida que matar, porque después de perder todo lo que se ama nadie sobrevive, y menos una madre que sepulta a sus dos hijos y a su esposo en un solo día.
De ahora en mas todos pretendían que hiciera una vida normal aprendiendo a resignarse, pero cometieron un error irreparable en nombre del amor, de la comprensión y de la solidaridad; le pidieron que se tome un tiempo, que no fuera a trabajar, que renunciara a su cargo en la cooperadora de la escuela... que descansara un poco hasta que todo pasara como si hubiera un plazo para superar la muerte y luego solo te levantas y la vida sigue como si nada hubiese pasado.
Así que ese día fue temprano a casa, cerro la puerta con llave, cerro las cortinas de la ventana para no volver a ver el lago nunca mas, y se tiro en su cama a repasar su dolor.
Había pasado ya una semana, en la que no había comido, ni se había bañado, solo había tomados varios litros de café, y únicamente atendió el teléfono un par de veces como para hacer saber que vivía; sin noción del tiempo, sin importar si había sol o acaso llovía.
Cuando tomo conciencia del tiempo habían pasado ya tres meses. Comprendió que no había ido al cementerio, cuando en un intento de sobrevivir abrió la cortina, miro hacia la calle y como si fuera una burla del destino vio pasar frente a sus ojos un cortejo fúnebre que hizo que se erizaran los bellos de su brazo, y un escalofrió le recorriera el cuerpo. Volvió a cerrar la cortina y se instalo de nuevo en la silla del comedor que había retirado de la mesa con una precisión casi mecánica, a tal punto que debía sentarse de costado par poder entrar. Podía dibujar los pliegues de la cortina sin siquiera mirar de nuevo, es que había pasado demasiado tiempo sentada en el mismo lugar mirando los mismo pliegues de aquella cortina que la separaba de la calle. Aquella que le había quitado todo lo que tenia.
Y así fue pasando el tiempo, sin nociones, sin cambios bruscos, sin superar el dolor, sin olvidar, sin perdonarse, sin recuperar las ganas de vivir, sin vivir siquiera.
Ahora los amigos eran mas insistentes con eso de salir, tienes que hacer algún viaje decían. Como si fuera tan fácil.
Como si fuera abrir la puerta y salir nomás... al mirar por la ventana comprendía que solo la separaban de la calle esa puerta blanca de madera y un par de peldaños de la escalera que daba a la vereda. Tan corta y a la vez tan insuperable distancia, pues llevaba exactamente un año sin atravesar esa puerta y lo que en un principio fue solo una forma de ocultar su dolor hoy se había convertido en una fobia, en un gran impedimento.
A veces el paso del tiempo y la absurda celeridad con que se mueve el mundo, y el hecho de que cada uno vive tan inmerso en su vida y corriendo como si mañana se terminan las oportunidades, suelen ser fatales para quien esta sola en medio de una habitación esperando que algo tan fuerte como la muerte le devolviera la vida.
Y no fue culpa de sus amigos, de sus conocidos, o a caso de la ley que decía que luego de un año de no concurrir a su puesto de trabajo lo perdía, que ella se dejara morir literalmente, sin comer, sin beber, viviendo solo del oxigeno que le proveía el jardín, deseando tanto la muerte que olvido la razón que había para que ella aun estuviera con vida.
Y un día lluvioso del mes de diciembre, los policías rompieron la puerta alertados por los amigos de la Sra. corell que habían estado llamando hace unos días y ella no respondía, y al entrar la encontraron muerta sentada en una posición fetal abrazada a la foto de su familia, con una expresión de paz en su rostro que tranquilizo a todos al encontrarla.
¿Que le paso? pregunto un joven policía. Agonizo mil días y la mato la soledad- contesto el oficial Sarmiento.

“Es mentira que la muerte se supera solo se sobrevive con ella de compañera”




23/12/05

Texto agregado el 23-12-2005, y leído por 99 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-12-2005 es realmente triste, deja un mal sabor de impotencia de poder hacer nada, y pensar que de la noche a la mañana puede cambia todo. Saludos blindman
 
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