Pasaron una docena de sesiones hasta que el psicólogo quiso hablar con
el paciente con respecto a su terapia.
-Mire amigo. Tiene usted muchas cuestiones por resolver. Cosas de su
pasado y presente. Resabios de una niñez que lo trató como un adulto antes
de tiempo. Me contó usted, en nuestra primera entrevista, que sus amigos, su
esposa y su médico le aconsejaron que hiciera terapia, y mucha razón tenían
todos ellos. Usted anda por la vida sin entenderla, desconociendo los oríge-nes
de las trabas que usted mismo se impone. Incluso a veces esa vida
desacompasada lo ha llevado a ser chico de grande y comportarse infantil-mente.
Pues bien amigo podemos hacer dos cosas.
Puede usted seguir viniendo durante años a mis sesiones, en las cuales
nos dedicaremos a normalizar sus impulsos y hacerlo un hombre corriente,
que reaccione como todos ante las cosas que le pasan.
O bien puedo yo abrazarlo, mostrarle la puerta y dejar que sea usted feliz.