Cada tres pensamientos uno me recuerda a ti, corazón acelerado, vació en el estomago como esa vez que… ¡Dios! otra vez no.
Azul el dormitorio, casi violeta, rojo carmín el recibidor y el pasillo acristalado, albero el salón y naranja el dormitorio pequeño. El invernadero ese reducto donde te refugiabas para escribir, blanco manchado de amarillo y rojo casi imperceptible, justo para decir que no es blanco.
Los colores se aliaron contra mi olvido, solo en un mundo gris no sufriría.
Paranoia tras paranoia, en las nubes veo tu rostro, en el humo de los autobuses veo tu rostro, vergüenza me da decirlo pero hasta cuando con magistral estilo tomo en mi mano el pincel, casi brocha, que limpia sobre loza blanca los restos que por humano deposito y el agua no termina de limpiar, ahí veo tu rostro, sí, llamadme loco, pero lo veo.
Cada tres pensamientos uno me recuerda a ti. |