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Zrri...

A ordeñar mis menguadas ubres acudieron los mozos de costumbre, era bueno ser y sentirse la cabra sagrada de la tribu, me trataban bien.
De mi leche cuajada con cardos se alimentaba el cazador del día, gran honor.
Dicho honor se espaciaba más cada vez en el tiempo, tendríamos que emigrar de nuevo.
No tardamos en emprender la siempre peligrosa marcha, se le encargo mi custodia a Zrrri, joven voluntarioso de anchas espaldas como ancho es el pecho de un uro y de igual cortedad de juicio, siempre risueño y besucón, ni siendo cabra me escapaba a sus muestras de cariño.
Agua justa en odres de piel, carne en tiras secas, nueces y raíces, siempre con poco peso por ser la marcha rápida, para mi las hierbas y bayas del siempre nuevo camino que andábamos.
Desgracias y grandes desgracias, tres se despeñaron, dos se ahogaron al vadear un río y dejé de dar leche.
Zrri me intentaba consolar, más veces como si fuera mujer que como cabra, pero era inútil no daba ni una gota.
Me dejaron suelta, de mi carne sagrada no se alimentarían, como echaría de menos a Zrri, oh, como se parecía en casi todo a un uro.





Brrre...

La cosa no podía ponerse de peor color, la falta de alimento nos forzó a volver a trasladarnos y los vientos y la caída de la hoja de los árboles anunciaban que el frió estaba cerca.

Demasiados accidentes y el mal presagio que suponía la falta de leche de la cabra sagrada debilitaban al grupo, otra joven cabra preñada ocuparía su lugar, después de soltar su cría, cuando una mañana aparezca con la señal blanca en la frente.

A mi esas supersticiones me daban igual, de hecho fui yo, Brrre, guía y primer reproductor el promotor junto con el espiritual de tal acicate para aumentar el valor en los jóvenes cazadores, lo importante era el grupo y el grupo salía reforzado con el ímpetu de nuestros jóvenes por tan deseada torta de leche, ya el espiritual añadiría hongos para que fuera manifiesto su poder.

Ni siquiera el lanzamiento de las ramas para determinar el camino a seguir nos fue propicio, apuntaron en dirección del lugar donde el cielo deposita la nieve en las montañas, el frió se acercaba y nosotros acelerábamos el encuentro.

Los víveres no eran muchos, al primer descanso desandaré el camino recorrido y recuperare la dura carne de la cabra, la necesitaremos.

Texto agregado el 23-12-2005, y leído por 140 visitantes. (1 voto)


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