… Intente abrir la puerta sin hacer ruido, pero nada, esfuerzo inútil, sonó lo justo para que los seis jueces fijaran sus ojos en mí. Ese momento lo temía. Temía que la impresión que les diera no fuera la idónea. Los exámenes orales me perturbaban, hacen de mi otra persona. No me reconozco …
No me quedaba tabaco, acababa de terminar el último cigarrillo. No podía escribir sin fumar ¿Quién me mandaría aislarme en esta cabaña de montaña? Fui yo mismo, ya lo se y fui también el que calculo las necesidades para aprovisionarme de todo lo necesario, si alguien me quisiera no me dejaría hacer esas cosas.
Mañana vendrá la Tuerta, he rebuscado entre los ceniceros y seleccionado tres colillas, no tengo ni para empezar, coloco papel de periódicos en un cuadrado en el suelo de la cocina y esparzo con cuidado la basura de esta semana, que mierda, bueno la empresa a dar sus frutos, cigarrillos a medio fumar no muy manchados y muchas colillas de las que se puede sacar unas briznas de tabaco apelmazado y al final dos puntitas de porro, un milagro. Reúno todos mis tesoros, saco el tabaco de las colillas y lo separo y esparzo encima de un folio blanco, el olor no es muy bueno, se han juntado el del tabaco fumado con el de la basura de una semana, me gusta el tabaco fuerte, quien dijo miedo, me lío cigarrillos muy finos con unas boquillas minúsculas de papel de casi la mitad de la longitud del mismo. Recuento mi tesoro y aparecen catorce cigarrillos relucientes, con la alegría y después de recoger la mierda esparcida prosigo con mi trabajo.
… casi medio minuto tardo en reaccionar, en ese tiempo veo como los ojos de los jueces recorren mi cuerpo, la elección de esa blusa estrecha que hace que los botones estén a punto de reventar fue un acierto, como también la corta falda plisada con abertura lateral, que junto a los calcetines blancos, me da ese aire de Lolita que tanto gusta a los académicos, me relajo, suspiro y empiezo la prueba sabiendo que la mitad del camino ya esta hecho ... |