El sentir intensamente al internarse por los laberintos de un poema, al reflexionar su mensaje desde una propia óptica, se llega al éxtasis estético, ese que hace trascender los propios espacios de soledad, de silencios, experiencia que se guarda en la memoria, como un acto supremo de vida, pues hace conocer y apreciar la belleza. Éxtasis que lleva a elevarse, desligarse de la materialidad, conectarse con el mundo del espíritu, desde donde no sólo se puede vivir la Belleza, sino que también las grandes Verdades, reales, místicas, aquellas que permiten desarrollarse en plenitud y también a vivirlas en el mundo subjetivo, interno, aunque la personalidad consciente no se percate.
Es a través de expresiones como las artísticas, entre ellas las poéticas, que se puede apreciar y conocer las urgencias interiores que el artista plasma en sus artefactos artísticos, como un mensaje de su mundo interno o de sus propias circunstancias, lo que hace a través de la comunicación que efectúan los símbolos trasuntados en ellos, esos que el artista quiéralo o no, quedan en el espacio para una posterior interpretación. Con este acto de orden superior, usando la imaginación y la intelectualidad con una voluntad de impermeable concentración, se tiene la posibilidad de sorprenderse con un universo ajeno, y que puede complementar el propio, al recrear o internalizar en él, visiones, sensaciones, sentimientos ajenos, experiencias que tienen la riqueza de dar a conocer nuevos y distintos caminos con los que se puede crecer aún más.
Desde este estadio, al volver a la realidad, leyendo y releyendo la simbología de los colores, silencios y formas, manifestadas en ritmos, melodías, imágenes, metáforas, expresados en los artefactos artísticos, y al efectuar profundas reflexiones en torno a ellos, se puede llegar, entre otras cosas relevantes, a tomar el Humanismo como filosofía de vida y encarnar sus valores en todo el ser, tanto en la personalidad inconsciente, subjetiva, como en la objetiva, consciente; pues sólo en esos momentos cósmicos, el ser trasciende su propia materialidad, ya que es desde la altura, que se establecen caminos que conducen a la armonía personal y social.
Creo, desde mi perspectiva personal y vivencial, que se puede llegar a apreciar, desde ese lugar al que conduce el éxtasis, las cosas relevantes de la vida, de una manera que trasciende toda realidad material que circunscribe el diario caminar y que aleja de los asuntos realmente sin importancia.
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