Yo de pequeño quería ser una de las bolas de cristal que colgaban del abeto navideño, y así cuando me mirasen deformar al personal, hacerles la nariz gorda y de color verde, porque quería ser una bola verde. Espumillón nunca me gustó, te sientes ridículo, oyes “Navidad, hay que decorar la casa” y terminas en una pared desnuda pegado con un trozo de celo o rodeando a una figurita de Yadró que parece Rita Harbor.
A pesar de mis anhelos de bola navideña, debute con 14 años en el belén, como ángel de la anunciación, pero no me fue bien. Enseguida empezaron las protestas, que si los ángeles son asexuados, que si esto es una obscenidad, pero no era culpa mía si se me marcaba demasiado el paquete, o si me erotizaban las ovejillas y sus pastorcitas.
La adolescencia es una edad difícil y tras el fiasco como ángel anunciador, entré en una etapa de confusión. Primero de paje del rey gaspar, que con aquella melenita que me hicieron llevar, tuve una gran desorientación en mi tendencia sexual. Luego estuve una temporada haciendo de mirra , llegando a una enorme perdida de identidad al no saber que cosa era. Luego poco a poco conseguí un puesto coral de estrella de papel aluminio, después poliespan imitando la nieve, tuve mi oportunidad haciendo de buey, siguiendo la vocación cornupeta de mi padre y hasta llegar a lo que soy. Nunca pensé que llegaría tan alto...o tan de cunclillas...ser el “caganer” es un sueño hecho realidad...si me viera mi madre...pero era la estrella fugaz y se fugó con Baltasar. A mi padre no le importó, al ser San José, ya estaba acostumbrado. |