Mi mundo era sencillo.
Que pocas palabras y ya tenéis pistas sobre la vida que me ha tocado vivir, mi existencia era sencilla pasó algo extraordinario y mi vida cambió.
Empezaré por mi vida sencilla.
Soy el tercer hijo de cinco de una familia de clase media baja, esa clase de familia que sin vivir mal están viendo desde la ventana el precipicio en el que podrían caer.
Torpe para los estudios, apocado y encima para llevar la contraria a toda la familia, bajo de estatura. Me costo terminar la formación profesional de mecánico chapista, tuve mi primera novia tarde y con ella me casé, poco más os puedo contar, sin hijos porque no podía ella dejar de trabajar para poder seguir pagando el piso y que no la despidieran de la fabrica de calzado donde trabajaba si se quedaba embarazada.
El hecho extraordinario.
Caminando sin prisa en dirección a la lotería para sellar unos boletos de la primitiva oí unos estruendos, la gente empezó a correr hacia todos los lados, no entendía nada, unos jóvenes corrían calle a bajo, uno callo fulminado y de su mano se le escapo un objeto que me dio en la rodilla doblándome por el dolor, empezaba a recuperarme cuando me di cuenta que el objeto que me había impactado lo tenia al alcance de la mano, instintivamente lo cogí, era una pistola. Me incorpore sin saber el porque silbaban balas a mi alrededor. Estaban disparando. Dolor. Agarre mi muslo con la mano izquierda y la observe incrédulo llena de sangre. Disparé.
Mi nueva vida.
Llevo ya cinco años en la cárcel. He matado a un policía. La tortura a la que me sometían en un principio se fue rebajando poco a poco, ellos mismos, mis torturadores, al conocerme y con el trato se avergonzaban de golpearme, yo ya no me quejaba. Ahora no estoy mal, soy el que lava los calcetines y la ropa interior a mis compañeros de celda, limpio y tengo todo aseado y colocado. No siempre duermo en la misma cama. Me he acostumbrado. No es tan mala vida.
Con Dios. |