Crónicas de los Años Malditos.
El Caracazo II:
Bastante tarde tocaron la puerta, eran ya como las 7 de la noche, hacían muchas horas desde que el gobierno había decretado el toque de queda y nadie podía salir de casa, pues había soldados apostados en cada esquina, esperando cualquier movimiento para disparar a muerte. Los hospitales estaban colapsados, y la gente que amara al menos un poquito vivir, no se atrevía a moverse de la sala de su casa.
Abrimos la puerta con sumo cuidado, después de todo, los caraqueños nos dimos cuenta de que éramos capaces de cualquier bajeza; la gente menos esperada se había convertido en saqueadora y revoltosa, así que todos desconfiábamos un poco de todos. Al otro lado de la puerta estaba La Pina, una vecina nuestra que vivía en el apartamento de abajo.
.- Buenas noches, Señora Mercedes, vengo a pedirle un favor... a mi tío “El Chacal” le dieron un tiro en el hombro cuando estaba por allá abajo en el saqueo, pero no podemos salir para el hospital porque esos soldados no perdonan a nadie. ¿Usted nos podrá ayudar?.-
Mi abuela, que era muy solidaria y además de eso enfermera, no lo pensó dos veces: tomó su cajita de primeros auxilios, le pidió a mi papá un alicate de su caja de herramientas, el cual puso a hervir y luego a calentar al rojo en la cocina. Pidió que le buscáramos aguja y Nylon (hilo plástico), y se fue a casa del vecino abaleado, a ver qué se podía hacer.
El Chacal era un vecino bastante mala conducta: borrachito de plaza y hasta drogadicto. Sin embargo, era un personaje que se daba a querer: acompañaba a las señoras hasta la salida del bloque para que los malandros no les hicieran nada, ayudaba en los mandados que la gente necesitara, conocía a todo el mundo y siempre tenía una sonrisa para el que le pasara en frente. Cuando salimos de la emergencia, él mismo nos contó que había bajado a ver si lograba traerle a su mamá una lavadora que le hacía bastante falta. Ya la venía cargando cuando de repente oyó un disparo cercano (entre muchos otros; ese día la ciudad se vistió de plomo) y vió el aparato caerse de su hombro sin entender por qué. A esto le siguió un chorro de sangre que ensució toda su camisa y él sin sentir absolutamente nada. Se enteró de que estaba abaleado porque no podía mover su brazo derecho y la sangre era bastante copiosa. Como ya se estaba mareando por la pérdida, decidió no intentar más nada con la lavadora, y devolverse a su casa para que lo curaran. Como el asunto no era como para curarlo con simple algodón, se vieron en la necesidad de buscar a mi abuela, y por esto La Pina había tocado nuestra puerta.
Esperamos como dos horas hasta que al fin mi abuela entró de nuevo a la casa. Logró operar a El Chacal con los rudimentarios implementos que se habían conseguido. Él ya estaba fuera de peligro, y mi abuela desde entonces pasó a ser la gran heroína del bloque 3, ya que había logrado sacar una bala tan sólo con la ayuda de un alicate mecánico. Como muestra de ello, el Chacal contaba la historia y mostraba a todos los vecinos la brillante bala que perforó su cuerpo ese trágico día: el 27 de Febrero de 1989.
|