Como cada domingo, y como si fuera un ritual tan establecido que dejaba de serlo, M. Alberto se disponía a formar parte de lo que le imponían, y había escogido ese día porque al menos los domingos la gente no tiene prisa.
Solo que este sería un día siete diferente, muy apegado a sus costumbres religiosas pasó enfrente del establecimiento teológico del señor, parecía que hoy la gente prefería la hostia y el chisme dentro del edificio barroco y angelical que los puestos de dulces y colguijes reciclados( si, esos aparatos que la gente se compra solo para colgárselos los domingos y que reciclan una unión entre piedras coloridas y retazos de canicas).
Hacía ya una semana que no había visto la televisión pese a sus pesadas costumbres y a sus angelicales ritos, además solo estaban esperando en el aparatito ( ese que la gente solo ve los domingos para enterarse que pasa los otros días de la semana en el mundo) que sonaran las campanas para terminar ese programa eterno del cual por supuesto, todos conocíamos el final, extraño placer el conocer el final.
La iglesia apostólica , católica y romana estaba a reventar, por lo que decidió simplemente no entrar a ver si encontraba algún indicio de cordura angelical que le ayudará a sobrepasar el dolor de haberse comido dos hot dogs, de haberse tomado un pitcher él solo, y de haber entrado al lugar de las promociones como hechas por dios, dónde hasta juguetes regalan( solo los domingos se come ahí, es una tradición que los niños solo exijan juguetes los domingos, y claro en el difícil sistema posmocapitafeuda y psico lista si compras comida y ahorras el juguete mejor) y comerse dos mini hamburguesa que cualquier ciudadano residente de Hamburgo despreciaría, pero debido al precio: aunque sean de rata.
Así que mejor decidió inventarse un nuevo vicio para no ser tentado a entrar al aposento y hacer bola, que después de la comida ya era más que hacer bola, es más el hacer bola ya lo había hecho, bueno simplemente decidió comprar algo nuevo para coleccionar(solo se compran cosas de colección los domingos, y solo los domingos los vendedores venden objetos de colección) , y que mejor que comprar imágenes ajenas.
Un Vicio que sería tiempo después la prueba de su fetichismo visual ajeno:”Bueno, si hay ladrones de bicicletas, que son tan ajenas y de las cuales solo se necesita una porque no un ladrón de fotografías”;y aunque no las robaba pagaba por ellas, lo cual no es ni mas digno ni menos culpable, pero para él el pagarlas las hacía completamente suyas( Todos los domingos las cosas son de quién las paga, si uno da una moneda a un performance cultural domiguero, o sea un show de plaza o alameda el show fue solo para él).
Después de escoger una foto que aparentemente no le recordaba a nada ni a nadie, M:Alberto tenía listo su domingo, había comido, había comprado y había colaborado, requisitos indispensables para ser parte de ese grupo social dominguero , osea ser parte de la ciudad.
Cuando uno sabe que tiene que jugar un papel de peón para que el ajedrez que acostumbramos ver y que nos impresiona funcioné, no queda más que jugar de peón y no tratar de matar al rey, claro que la reyna es otra historia.
Aunque había pasado un domingo completo, la inquietud del lleno de la iglesia lo interrogaba, ya, aunque la razón era por demás obvia, no quería pasar un domingo sintiéndose ajeno, ah y también porque el señor había por fin terminado su historia televisiva y así como uno no se pierde el paso del hombre a la luna, la inauguración de los juegos olímpicos, o un reality show, el programa de la agonía ajena siempre vence a cualquier telenovela.
Al acercarse por la otra ala de tan tremendo lugar, y caminar por una nueva calle, ahí apareció.
Le brillaban los ojos, estaba vestido de blanco, aunque en realidad nunca creo que haya usado otro color, tenía un sombrero que resaltaba su mirada, una mirada tan angelical, tan ajena a este mundo que a cualquiera haría preguntarse el motivo de su existencia.
De primera impresión a M.Alberto lo asustó la imagen, y si no hubiera tenido una pared dónde recargarse quizá hasta hubiera corrido: No le temo a lo nuevo, claro siempre y cuando venga empaquetado y se pueda comprar” .
Tremenda imagen celestial ni se podía comprar, ni se podía adquirir solamente se podía contemplar, totalmente ajena a un domingo, lo único que uno podía hacer era aventar unas monedas y tocarla por 30 segundos, solo era un préstamo temporal, no era de nadie y era de todos, ocupaba un lugar, su lugar, era el único, estaba ahí para todos y las campanas sonaban a todo pulmón ( claro, un pulmón muy oxidado).
Después de mucho pensarlo y en contra de sus creencias, decidió aventar unas monedas para poder acercarse y ver que tan real era lo que sus ojos veían, o si se trataba de un simple juego visual que los hot dogs le hacían ver.
La mitad de un dólar basto para que por 30 segundos fuera de él, que le fuera fiel como el lo hubiera querido, ya que al menos sus ojos lo exigían, 30 segundos de paz celestial, un aura lo iluminaba, sus ojos cristalinos que veían y que exigían otra moneda, la fé nunca ha sido barata.
El tiempo se acababa así como también el domingo, el miro a M. Alberto por última vez exigiéndole su fe pagana, o sea dinero, y fue ahí en esa mirada dónde M. comprendió que aunque quizá no lo volvería a ver y que el estaría en las alturas de dónde probablemente venía (tenía cierto aire de altitudes, notoriamente este aire no le bastaba, este aire tan impuro y tan de domingo), que los domingos ya no serían iguales después de su partida.
Sin mas monedas en el bolsillo, pero con el corazón llenó de esperanza por esta aparición y con una sonrisa que valía mas de un penny , M.Alberto se dio la vuelta y se marchó, mientras en el aire soló se escuchaba la voz del acompañante de aquel milagro blanco: “Pasen y toquen a Juan Pablo, la única alpaca albina del Perú, pasen y miren sus ojos blancos llenos de verdades para ustedes, pasen, pasen pasen…”
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