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Olores, perfumes, aromas, canciones, melodías, armonías, todo me lleva a otro lugar, ese lugar donde -en perspectiva- todo parecía mas fácil. Pero la sensación no es simple, es etérea, casi imperceptible, es un dejo de lo que sentía antes. Esto es importante, no es fácil entender todo lo demás sino se tiene en cuenta esto ultimo. Durante ese instante, soy feliz, no quiero decir que dura un segundo -porque no lo se-, pero cuando pasa me lleno de tristeza. Porque me acuerdo de lo que es sentir una sensación. Y ahora no puedo.
Así y todo decidí caminar hasta la estación, hacia años que no estaba por mi barrio. Era el lugar donde con mi abuelo pasaba horas en la esquina, él ahí, en su lugar; porque ese era su lugar, esa esquina, al lado del árbol, mirando la gente pasar, a los chicos jugar, y enseñándome a mi, contándome sus historias, haciendo que creciera. Aproveché que había ido a San Martín a ver a un viejo conocido, y me dije que hacia años que no volvía al barrio, no me paré a pensar el porqué, algo decidió por mi y casi no me di cuenta cuando doblé por Perón para aquel lado.
Cuando llegue al cruce de la vía, paré el auto y me bajé. Quería revivir las cosas, tratando de encontrar aunque sea la mas mínima sensación. Caminaba mirando el piso, el cemento era el mismo, los arboles -eucaliptos- también. Había pasado ya el mes de la primavera, y el perfume casi me atrajo, inspiré con la fuerza que me movió ese olor tan particular, de ese lugar, pero duré muy poco, mi nariz se acostumbró y el olor desapareció, y me quede solo caminando. Acostumbrado, traté de no darle importancia y seguí caminando. Crucé la calle y un viejo y desgastado colectivo azul me llevó atrás a cuando lo esperaba, o cuando prefería caminar para ahorrarme las moneditas que después usaba para algo que nunca me puedo acordar.
En el medio de los arboles, me quede duro. No me podía mover. De los arboles apenas quedaba un solo eucalipto gigante, de tronco angosto para su estatura, a su alrededor habría unos veinte brotes, de menos de un metro cada uno, que reemplazaban a las decenas de árboles gigantes que durante años y años tuve que cruzar para crecer. Fue demasiado, las sensaciones que quería volver a sentir me atravesaron de lado a lado, y abrieron en mi cabeza espacios que no existían mas: un encuentro, un paseo, cientos de caminatas, alguien detrás mio empañándome. Los recuerdos eran muchísimos, cosas que no tenía en la cabeza hacia mucho, era avasallante, mire al piso, tambaleando retrocedí, por fin pude volver a llorar, no podía seguir, algo me aplastaba el pecho, me di cuenta que eso era un sentimiento, volví a sentir la perdida, la emoción y el dolor. Llore.
Llore en ese mismo lugar, sin moverme, sin poder parar. Nadie se cruzo, o yo no vi a nadie. Pude levantar la vista y ver las cinco esquinas, el cruce de Sabatini, que lleva a la vía. Me acorde de la esquina de mi abuelo, y de la casa. Mi casa. era demasiado, demasiados recuerdos, yo no estaba acostumbrado, y ya no podría soportalos. Llorando como un nene, di media vuelta y volví casi corriendo al auto.
Nunca volví a Caseros.

Texto agregado el 21-12-2005, y leído por 113 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
21-12-2005 alguien dijo una vez que lo mas duro de sobrevivir a los seres queridos era remontar en compañía de los recuerdos la escalera de los años...buen relato turcoplier
 
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