¿DÓNDE ESTÁ MI MAMÁ?
Después de que las musas la abandonaran, la escritora de éxitos necesitaba paz y tranquilidad. Un buen amigo le recomendó una casa solariega en los confines de la provincia, en donde, a buen seguro, encontraría la suficiente tranquilidad para escribir un nuevo best seller editorial. Cuando llegó a la casona, le gustó el sitio apartado de la carretera principal en el que los ruidos de la gran urbe que tanto le molestaban, a buen seguro, en aquel lugar se vería libre de los mismos.
Las noches eran su momento preferido, cuando los animales del campo emitían sonidos que no hacían más que completar el idílico lugar para un escritor.
Ella estaba tan absorta tecleando en su máquina de escribir que, en un primer momento, no advirtió la presencia que le estaba observando desde hacía un buen rato.
Solo cuando escuchó los lamentos, se percató de la presencia.
—¡Mamá! ¿Dónde estás mamá? —entre sorprendida y estupefacta, la escritora se levantó de un salto de la silla diciendo:
—¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí?
La presencia no dijo ni se inmutó lo más mínimo, tan solo siguió con sus lamentos.
—¡Mamá! ¿Dónde estás, mamá? —la mujer, sorprendida de tan extraño acontecimiento, se fue poco a poco acercando. Cuando estuvo lo bastante cerca, percibió con claridad la figura: se trataba de una niña de no más de ocho años, que parecía un alma en pena repitiendo continuamente los lamentos de búsqueda de su madre.
Finalmente, la escritora se armó de valor intentando tocar a la niña, pero antes de que se le acercara lo bastante, desapareció, dejando un vacío desolador en la habitación.
Fue un total desconcierto, aquella noche no consiguió hacer nada más que intentar dormir con la ayuda de los recurridos somníferos.
A la mañana siguiente, cuando se levantó, no tenía ni siquiera el aspecto de cuando llegó al lugar. Ojeras, bolsas en los ojos, arrugas, visiblemente afectadas por las alucinaciones. La mejor manera de soportar la aparición de un fantasma es echarle las culpas a las socorridas pesadillas que algunas veces nos atormentan en la noche. La escritora no iba a ser diferente de los demás, agarrándose a ello como un clavo ardiendo. Así soportó el día hasta llegar a las horas nocturnas, pero esa noche y todas las demás, a una hora determinada, la niña seguía con sus lamentos. Ella se levantaba y, como siempre, intentaba ayudarla. Muchas veces le hablaba, pero la niña, como si no existiera, seguía en su actitud lastimera.
La salud de la escritora se resentía por momentos. Muchos días sin dormir, abuso de los somníferos. Como consecuencia de ello, cayó gravemente enferma.
Una noche, cuando la mujer estaba muy grave, casi en estado de coma, se le apareció la niña. Entonces aquella vez sí pudo tocarla, tomándola de las manos, juntas se marcharon hablando como si se conocieran de siempre.
¿Sabes dónde está mi mamá?
Sí, pequeña, sé dónde está tu madre.
FIN.
J. M. MARTÍNEZ PEDRÓS.
Le doy las gracias a la cuentera: SOY_MAIXEM. Porque cuando leí su cuento: CARTA A MI MADRE. Me inspiro para escribir este.
Todas las obras están registradas.
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