-¿Qué haces tú aquí?-, preguntó el niño, y un relámpago le iluminó la mitad de la cara.
-¿Eres un ángel? Volvió a preguntar.
-Sí- respondió el ser oscuro que aun sangraba.
-Pero mamita me dijo que los ángeles son blancos y que siempre están volando y cuidándonos, pero tú eres negro y tu ala está sangrando. -¿Qué te paso?, ¿Eres mi ángel de la guarda?-
-No, temo decirte que no. Solo soy un ángel que ha sido expulsado del cielo, ahora yo pertenezco al amo de las tinieblas-
¿Quién es ese señor, es malo? Mejor llamaré a mamita para que te cure las heridas. Ella está en su cuarto.
-No, no lo hagas por favor, este será un secreto entre tú y yo. ¿Está bien?-
-bueno pero este es mi cuarto y solo hay una cama, ¿Dónde dormirás?-
-yo no duermo- respondió el ángel, - Solo cierro los ojos y estaré descansado- y se tapó con las alas casi totalmente, hasta parecer un bulto negro a un costado de la cama del niño.
Manuel se puso al costado de la cama y rezó el padre nuestro, al terminar pidió por el ángel, aquel al que sí consideraba su ángel de la guarda.
Por otro lado, a un costado Arlos, como se llamaba l ángel escuchaba entristecido, casi al borde de las lágrimas, ¡pero no! No podía llorar, el ahora era parte de la oscuridad porque así lo eligió y sería para siempre un ángel caído y se quedo pensando hasta que se quedo
Dormido
Al amanecer Manuel se acercó lentamente a él, casi hasta sentir su caliente aura, Arlos al sentir la presencia de alguien abrió rápidamente sus enormes y duras alas negras, al abrirlas golpeó al niño, quien lo quedó mirando y no sabia si llorar o reírse porque lo había levantado.
-Jamás vuelvas a hacer eso, te lo advierto, pude haberte matado- le dijo Arlos, pero el niño ligeramente volteado esbozó una sonrisa.
-Lo siento mucho no quise asustarte-
-¿Asustarme a mí? A mi nada ni nadie me asusta. Cómo te llamas preguntó Manuel mientras estiraba la mano para tocarlo.
-¡No! No me toques no puedes hacerlo, es una regla fundamental que los seres humanos no pueden tocarnos, ni aun cuando tocamos forma de carne y hueso. Mi nombre es Arlos, fui un ángel al servicio de Dios pero, pero por razones de fuerza mayor fui expulsado del cielo y ahora estoy condenado a vivir en las hogueras del infierno-
-Te ves muy mal, tu ala aun sigue sangrando, traeré algo para curarte-
-No lo hagas es inútil, al momento que fui expulsado del cielo me produjeron esta herida, esta es la señal de que me porte mal. Jamás se podrá curar, es como la marca eterna del pecado y la soberbia. Y yo decidí servir al amo de la oscuridad y este es mi castigo y lo acepto.
-Pero yo se que tu eres bueno- le dijo Manuel y el ángel levantó ligeramente la cabeza y lo miró con los ojos rojos y encendidos, como tratando de fulminarlo y desaparecerlo.
-La bondad no existe, eso es solo un estado de ánimo en las circunstancias en las que estés, recuérdalo siempre. Estés bien o mal siempre habrá alguien que tratará de hundirte.
El niño lo miraba extrañado, casi conmovido por las palabras de Arlos, sabía muy bien que en su corazón albergaba un odio profundo, algo que no lo dejaba mostrarse como era realmente.
-¿Sabes? Desde hoy serás mi ángel de la guarda, no importa si eres bueno o malo, serás mi angelito de la guarda.-
-Te he dicho que no puedo serlo, y jamás lo seré-
Arlos caminaba paseándose por la habitación de Manuel.
-Y ¿Por qué estás aquí?........ Preguntó el niño y el silencio se apoderó de la habitación y un humor espeso iba fluyendo poco a poco.
-¿Quieres que te cuente? Escucha muy bien porque no lo repetiré- se puso mirando hacia la ventana y comenzó;
Estando en el cielo, fui seducido por lo oscuro, nos pusieron pruebas que teníamos que pasara y dejar muy en claro que nuestra fe era inquebrantable, pero no pude y me deje seducir, ahora estoy convencido que mi lugar no es el cielo, es lo oscuro, lo espeso, lo oculto, quiero descubrir los misterios mejores guardados de ese al que tu llamas Dios.
Estando en este conflicto de ya no querer estar más en ese lugar, decidieron expulsarme porque con mis ideas podía corromper a alguien más, así que me echaron de ahí. Pero al salir del cielo mis alas y todo yo me volví negro y una gran luz me dijo; estarás un Apia en la tierra y si encuentra algo por lo cual valga la pena regresar al cielo hazlo, si no lo vez quédate en el infierno.
Y aquí estoy. Presto a marcharme esta noche, pues estoy totalmente convencido de que el cielo no es mi lugar.
Pero mientras terminaba de contarle la historia escuchó un sollozo, y las lágrimas iban carcomiendo su voluntad de no querer voltear, pero por fin lo hizo y se dio cuenta de que Manuel lloraba. -¿Qué es lo que te pasa?-
-Es que dijiste que te marcharías hoy, pensé que podrías haberte quedado hasta mañana al menos. ¿Quieres que te cuente algo yo ahora?
-Dime- Respondió Arlos en un tono preocupado pero severo. Manuel corrió y se recostó sobre su pecho, Arlos no supo que hacer, las alas se le agitaron un poco, pero lo dejó y el niño comenzó a contarle;
Mamá me llevará mañana al hospital, me operaran porque tengo un tumor maligno en el cerebro, mamá dice que me pondré bien, pero se que no es verdad, se lo escuché la otra noche por teléfono, el doctor le decía que no había probabilidades, que se prepare para lo peor. Se que moriré, no se cuando pero desde hace mucho tiempo que mami me tiene encerrado aquí en esta habitación, pues dice que si salgo puedo resfriarme y una infección complicaría más las cosas. Has sido le único amigo que he tenido, y lamentaría mucho que te fueras, casi nunca he tenido amigos porque desde pequeño sufrí muchas enfermedades y es por eso que no quiero que te vayas, al menos hasta mañana que me llevaran al hospital.
Arlos tenía la mirada totalmente perdida, no podía moverse, estaba como en shock. Las lágrimas de Manuel habían dejado de recorrer su frágil mejilla hacía rato ya, tal vez la brisa que entraba ligeramente por la ventana las habían secado, entonces porque Arlos sentía que algo le mojaba el pecho, se dio cuenta que las lágrimas que brotaban ahora eran de sus propios ojos y que sus enormes alas negras rodeaban a Manuel en una actitud casi maternal, de protección. Estaban ahí los dos en medio de la habitación, abrazándose, sintiendo el calor de uno contra esotro, desafiando las reglas fundamentales.
Arlos estaba confundido, el tiempo se le agotaba, pero debía de decidir; dejar a Manuel e irse al infierno o pasar la noche ahí y regresar al cielo porque encontró una verdadera razón para tener fe.
Las horas avanzaban eh hizo dormir a Manuel, al amanecer el niño de despertó y se dio con la sorpresa que no había nadie más que él.
Sus ojos se entristecieron y entre lágrimas corrió a la ventana, primero miró al cielo luego al suelo ¿Dónde estas? Dijo casi entre suspiros.
-Manuel vamos que ya es tarde-
-Está bien mamá, ya voy- y salió rápidamente.
Mientras iba en el auto estaba pensativo, muy triste. Llegaron al hospital y fue internado, cuando lo llevaban en la camilla por el pasadizo iba con los ojos cerrados y de pronto alguien le susurro en el oído, estoy a tu lado y siempre lo estaré. Abrió los ojos rápidamente y vio que en el aire sobre él se suspendía un ángel totalmente blanco. Arlos le hizo un shhhhhtt con un dedo sobre los labios, Manuel solo sonrió y cerró los ojos.
Ya en sala de operaciones, antes de que la anestesia haga efecto, escuchó; de ahora en adelante seré tu ángel de la guarda, no temas que todo saldrá muy bien. Por alguna extraña y milagrosa razón todo salió y Manuel siguió creyendo en los ángeles por siempre. |