Estoy atrapada en el tiempo que tus ojos dibujaron mi sonrisa, atada a las remotas cuadras en las que vos y yo fantaseamos un te quiero...
Me dormí en ti con el reflejo de tu rostro agazapado al espejo de mis días, acurrucada en un ensueño de miradas que iban y venían por mi piel. Sentí tus labios murmurando los gestos y las frases que indicaban mi camino, bajo tu sonrisa penetrada en mi mirar bañando la tibieza de la tarde. Y el aire recorría las siluetas junto al sol perdidas en las hojas diminutas de las copas, mientras yo esperaba tu llegada que alargaba los segundos en un sinfín de alas imaginarias; siempre eras el último, como si supieras la continua espera de tu ser nadando en la inconciencia de mis años. Traías contigo la frescura de la tarde que se adueñaba de las horas en un infinito hilo de cristal que remontaba mis sonrisas; después, todos los chicos nos poníamos en círculo a tu alrededor para contarnos las hazañas. Tu secundario superaba los límites de mis pequeños grados que solo se extendían en el tiempo, eras diferente, un cascabel de alegría diurna que me atrapaba con la risa hacia los cielos, apegado a los libros y las prosas que tejían tus palabras con mis sombras. A veces otros chicos de los barrios lindantes se juntaban con nosotros, quizás por esa brisa de felicidad que despedíamos; ahí el grupo engrosaba su fulgor en innumerables juegos: “ el patrón de la vereda”, “la mancha”, “verdad o consecuencia”; bajo el portal, sentados en los escalones echábamos a rodar la suerte de nuestras vidas: -¿Verdad o consecuencia?- preguntaban, juzgando nuestros sentimientos más preciados mientras las mejillas se nos alborotaban de rojos, ya que cualquiera que eligiéramos desbastaría el sabor de los secretos, luego las bromas al respecto seguirían incrementando los colores hasta vencer la timidez o no del resultado. Siempre elegía “verdad” como única depositaria de mi ser, solo cuando llegabas vos, Richi, los temores traspasaban las fronteras y me animaba a esbozar una “consecuencia” cercana a la tibieza de tus labios. Y aunque el azar no siempre estaba de mi lado, la incertidumbre de lo preliminar rozaba nuestros ojos encubiertos por la espera, ya que cuando el beso llegara el aliento de mi alma se habría fugado de mi ser.
Ana Cecilia.
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