Muerte de Invierno
Nemo Expergitus Extat, Frigida Quem Semel Est
Vitaï Pausa Sequuta
Lucrecio III
I
El viento húmedo y la suave ventisca anunciaban la primera tormenta de aquel año aún no registrado. El reloj de madera anotaba las siete de la tarde en punto. Ronni descansaba sosegado sobre su lecho entre vaporosas sabanas blancas y almohadas rellenas de plumas. Mientras tanto, las nubes que se aglutinaban en fúnebre silencio se acercaban cautelosamente. El manto de la noche comenzaba a tenderse sobre el grisáceo cielo parpadeante de aquel suburbio en el olvido.
Aquella habitación se situaba en la planta alta de un conjunto habitacional poco conocido, sito en el número cuatrocientos cuarenta y cuatro de la calle Plata, justamente, entre las calles bronce y aluminio. La fachada de aquella edificación se mostraba un tanto deteriorada, escurría por sus paredes moho negro y verde por efecto de la humedad y el transcurso de los años, además, pesaba por los andadores laberínticos de aquel conjunto en el olvido, un ambiente lúgubre y de verdad desolado, años atrás, se consideró un buen sitio para habitar, empero, asta esta fecha se ostenta inmundo, la nunca confortable sonoridad de los automóviles en marcha y el ruido de las calderas azucareras enrarecen la atmósfera, dándole a esta, el calificativo acertadísimo de desagradable.
Por la oscurecida escalera y el andador principal, el eco de unas zapatillas se escuchó y advirtieron a Ronni de que alguien se acercaba con prontitud. Sobre el pasillo comunicador, se podían observar marchitas plantaciones de ornato y lama abundante. Las paredes eran de una coloración cetrina, los suelos se recubrían de finísimo polvo negro y hojarasca rezagada, el eco en aumento e incontenible fue cada vez más próximo, de repente, la inconfundible sonoridad que se produce con la mano empuñada al contactar la madera, se escuchó uniforme, toc, toc, toc, toc, toc, tac, toc, tac, toc, toc, toc, tac, tac, toc, tac, tac, toc, toc, toc.
Ronni se levantó de su lecho y caminó con destino a la puerta, ausente y sin más remedio, giró la perilla para atender al llamado, amodorrado llevó su extraviada mirada de los pies hasta la cabeza de aquella que esperaba impaciente en el umbral de la puerta. Se percató de que era Julia, mujer de eterna belleza y finas facciones, con la que había trabado una buena amistad desde su accidentada infancia, se acercó con sonrisa delineada en rostro y la abrazó cariñosa y tiernamente, un amor inolvidable existía entre ambos, empero, dos años de distancia habían desecho sus corazones casi inseparables.
Se dirigió Julia hasta un sofá azul de terciopelo para tenderse comodonamente, desde ahí contempló las precarias condiciones en las que vivía Ronni, lucia aquella habitación un abandono ocasionado, el lugar presentaba la siguiente descripción: platos sucios, botellas vacías de diversos vinos, manteles desgarrados, vidrios opacos, ropas percudidas, cuadros chuecos, montones de basura, ropas tiradas y tiznes abundantes, además, el aire estaba enrarecido por olores insoportables, era una extraña combinación de almizcle, flores, ceras, inciensos y huesos quemados.
La habitación fue victima de un silencio absoluto durante un par de minutos, tan solo la extraviada mirada de Ronni observaba cada uno de los movimientos de Julia detenidamente, intentó preguntar sobre su situación, sin embargo, él no dejó terminar el cuestionamiento e irritado sentencio:
-Lo acepto Julia, esta vez he fallado ante todos y no hay remedio que lo pueda solucionar. He pasado momentos difíciles e insoportables, estoy desecho, hay algo que debes saber… -
Julia interrumpió y suplicó ante Ronni:
-Deberías escuchar mis palabras, quizás pueda ayudarte.
Respondió seguro de si mismo:
-No Julia, es inútil, te lo aseguro, ni lo intentes, el alma no se puede devolver y mi alma se ha esfumado, no ha quedado ni un pequeño vestigio de ella, hay algo que debes saber…
Julia expresó:
-No digas mas, tranquilízate y bebe un poco de te, iré a prepararlo.-
Todo permaneció en silencio por algunos segundos.
En el silencio, ambos dieron fuego a un largo cigarrillo. Mientras exhalaban las primeras bocanadas, Ronni relataba situaciones sobre la vida y el mundo.
Comentaba ansioso:
-El mundo y las figuritas de porcelana oriental son exactamente iguales, ¡Frágiles y Maravillosas!, la vida no se entiende, el mundo no deja de moverse y el ser individual permanece en si mismo para siempre…
De repente, el fuerte sonido de una centella perturbó más los sentidos de Ronni y eufórico por el estruendo arengó:
-Te lo dije, no sólo es escuchar y caminar por las calles de esta ciudad o cualquier otra, y ver pasar a las gentes, también se trata de las luces, las luces que penden de los postes, que dices de esas luces, ¡Responde!, ¡¿Tienes alguna respuesta a caso?! ¡Claro que no! Ni siquiera puedes escuchar tu interior, permaneces viva, pero tu vida transcurre sin que sepas lo que realmente es la vida, o explica, ¡Que hay detrás de todo esa pintura que llevas puesta sobre tu rostro! No tendremos nunca la mínima idea de lo que la vida significa, ni lo que la historia nos tiene preparado, no habrá jamás explicación ¡Maldición! que puedo hacer…
Con una mueca en su rostro de angustia y desesperación se llevó su mano al pecho y expresó entristecido:
-¡No puede ser verdad!, el humo se acabó y la lluvia de agosto ha comenzado, falta poco para que mi alma se esfume para siempre, Julia hay algo que debes saber…
¡Por favor!, toma asiento, te ves nervioso.
¡¿Es que no lo entiendes?! Preguntó Ronni, quien poseído por el espíritu de Diógenes exclamó una cínica sonrisa: ja, ja, ja, ja, je, je, je, je, je, ji, ji, ji, ji, jo, jo, jo, ju, ju. Comenzó a gritar y a patear todo lo que había en rededor. Estaba fuera de control. Un loco vivía dentro de él.
Julia permaneció en un rincón observabando temerosa y confundida. Al cabo de unos minutos, triste y con una lágrima derramando sobre el rostro salió de la habitación sin despedirse…
II
A la mañana siguiente Julia regresó a la habitación de su amigo para exigir una explicación de lo ocurrido el día anterior. Esta vez, en aquella habitación se podía percibir una tranquilidad única. La sobriedad reinaba. El aire era liviano y la respiración se aclaraba ahí dentro.
Se acercó con aquella tranquilidad que obligaba la habitación. Había caminado por aquella escalera, por el pasillo oscurecido y por la sala. Llegó hasta el dormitorio de Ronni. La puerta estaba entre -abierta, en el suelo había objetos tirados, la luz estaba apagada y la cortina yacía cerrada, no había luz en el dormitorio, tan solo una breve y opaca que se filtraba para dar una iluminación lúgubre al lugar. La cama estaba desarreglada. La estancia era lóbrega.
Con un pie dentro de la habitación presenció una triste escena. El teatro de la muerte estaba configurado. El inerte cuerpo de Ronni posaba recostado sobre el frío suelo del dormitorio ardiente, mostraba una herida en su pecho a la altura del corazón, su rostro estaba desesperado y mostraba una mueca funesta de intranquilidad. Los ojos blandos se veían abiertos y un extraño brillo los hacia lucir como un par de brasas hirviendo, su cuerpo encontrabase tumefacto. Cinco mariposas negras posaban sobre el dintel de la ventana; despedían un enamoramiento inconcluso y el alma de Ronni. No hubo más que saber. ¡Había Muerto el Invierno Pasado!
Autor: Carlos Gómez Luna
|