No había luna en ese lugar, o tal vez estaba apagada por el murmullo de las lamentaciones, de los pensamientos que habitaban ese lugar.
La niebla había desaparecido por completo, fue remplazada por el luminoso color del vacio.
El mar se arremolinaba por la falta de esperanza en el horizonte de la melancolía.
La hoja que le servia de barca al viajero, había perdido el rumbo, la figura del capitán e iba desvaneciendo con el pasar del tiempo, el reloj no tenía piedad con la frágil estabilidad de aquel barco, ni con la idea de encontrar un reposo al sufrimiento de aquel que 9 meses atrás había empezado la aventura mas grande de su vida.
Zarpó solo, todo dejaría atrás, el miedo, el fracaso, las desilusiones pasadas, todo sería historia borrada en el mundo donde eso es lo que cuenta, una historia contada a través de los ojos de un observador imparcial.
Dejó que sus sueños tomaran el timón, que la luz de su camino fuera el sentimiento que lo inspiró a dejar la tierra que había conocido.
Con su corazón vulnerable y su alma entregada partió un día sin decir más.
Aquel muchacho del que nunca se pensó que se atrevería a tomar la ruta de lo desconocido, lo hizo sin pensarlo dos veces.
En contra de todo pronostico hecho por si mismo, empezó el viaje mas maravilloso de su vida.
Siempre la corriente es suave el principio, luego lo duro del tiempo haría estragos contigo y es ahí donde debes poner mas empeño si quieres seguir con el viaje, si no ya sabes cual es la otra opción, le decían los mapas que grabo en su cabeza.
Los libros no se equivocan, (las experiencias de ver a tantos mortales los habían hecho sabios) aguas suaves de los ríos de miel le dieron la bienvenida en su viaje y mas que eso, lo alentaron a seguir pues era placentero el pensar en el futuro.
Pero esas aguas son muy pocas. Las rápidas corrientes, pronosticaban malos ratos.
Las corrientes rápidas, aunado a la distancia de quien lo inspiró, le hicieron perder por momentos el control de aquella frágil barca.
Las aguas se hacían cada vez mas turbias, sin embargo, el amor se veía reflejado en la fuerza de la mano con la que conducía el barco.
El tiempo avanzaba y la lluvia empezaría a llegar, solo encontraba refugio en el calor del fuego que le había dejado la niña de sus sueños.
Algo inimaginable paso, en un sueño, o en una visión, la llama se apago por la tormenta, todo estaba prácticamente terminado.
No eran buenas señales la distancia, el anhelo de volver a tierra firme, y el humo del fuego y el joven lo sabía.
¿Por qué no desistir? Sería mejor que seguir esperando algo que tal vez nunca llegaría.
El sabía de esa posibilidad, la posibilidad de dejarlo todo, de volver a lo que tal vez nunca debió de haber dejado, pero el sabia también lo feliz que lo había hecho ese viaje, que importaba si había una corriente mala, si había tormenta, si todo estaba en su contra, lo que importaba siempre era el fortaleza de su mano, mientras esa estuviera, querría decir que la lucha seguía por que el sentimiento permanecía, el sentimiento de conocer si vendría algo mejor de lo que ya había obtenido solo por intentar, tal vez por luchar, habría una recompensa.
Pero tal vez eso solo pase en los libros con lo que el se apoyaba, tal vez la lucha estaba decidida desde aquel día en que la lluvia apago el fuego., desde que se perdió para siempre en la pintura del horizonte, las palabras de su chica.
La visión del mar apacible, ahora era un recuerdo, los monstruos de la desesperanza habían tomado el firmamento, ideas erradas o muy acertadas tomaban la nave, por sorpresa.
Entonces pasó, había durado demasiado luchando y tal vez se había cansado o perdió el sentido de luchar, y esa mano que se postraba firme en el timón de la hoja en la que se encontraba, dejo el mando y la barca se veía en dificultades, el naufragio era inminente.
El capitán desapareció, la luz se esfumo, los fantasmas gobernaban el mar, el joven cayo.
El cielo oscuro contemplaba como una hoja era arrastraba por el mar profundo, como el joven tumbado por la amargura de la incertidumbre, en aloja que se tornaba cada vez mas frágil.
¿Que tendría que pasar para que el navío volviera a tomar su curso original? ¿Para que se volviera a encontrar con los ríos de miel o con los peses de oro?
La tumba de sus sueños fue ese viaje, al menos fue lo que pensó durante un tiempo.
Pero su mejor aliado, el viento nunca lo ha defraudado y esta vez no sería la excepción.
Tardó en entregar su envio lo mas antes posible, para que el joven tomara de nuevo el camino.
Un día cayó, el joven lo vio, con sus últimas fuerzas alcanzo aquello que el viento le había entregado. Una pluma, una color azul, era lo que tenía ahora en su poder.
Sabía que algo habría de venir, pero las promesas no son suficientes, solo los hechos.
Cuando las palabras habían muerto en el, la ultima señal del fin, algo pasaba en el cielo del mar, a lo lejos se veía la huella algo que acompañaba al viento.
El mar se llenó de plumas, el mar se volvió de su típico color negro, a una alfombra multicolor, teñida por las plumas que nunca perdieron el color.
Se iba alejando la oscuridad, el viento se la llevaba.
Y el brillo de la luna apareció cuando, se logro ver, al responsable de tanta belleza, de tanta alegría, un ser inigualable. Su mirada lleno de nuevo el cielo con el resplandor de una luna que coronaba el lugar.
Solo con mostrar sus alas, los demonios se esfumaron y las ilusiones volvieron con el joven.
El ave de mil colores, hacia su aparición, y se encontraba con el joven.
Llego con la promesa de que pronto se encontraría de nuevo con la felicidad, de que todo por lo que había luchado había valido la pena, que los buenos días regresarían, que el jubilo llenaría su alma, que el tiempo volvería a ser su compañero de experiencias y no su enemigo.
Aunque el paisaje ahora era prometedor, las promesas no cambian los rumbos, el tiempo puede parecer mejorar, pero aun así sigue siendo solo eso: tiempo.
El viaje seguirá así, solo si las cosas cambian, si las acciones cambian, si las promesas se vuelven realidades. Le comentó al ave.
Este comprendió su punto, voló alto y en picada cayo y en su corazón fue donde se alojó.
Ahora los dos harían el viaje, los dos tomarían el timón, los dos se entregarían, los dos serían uno para que las promesas de un amor pasado vuelvan a nacer, para que el destino los lleve a un firmamento azul, para que la pasión se concrete y las almas por fin se vuelvan una.
Entonces tomo el timón, y de nuevo, comenzó el viaje, con las mismas promesas, con las mismas ilusiones, con los mismos sueños, pero ahora había algo diferente, ahora no estaría solo.
Ser ahí.
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